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Channel: El poeta ocasional
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Moebius, programa de radio


Añosluz Editora presenta "Apolo Cupisnique", de Mario Montalbetti

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Himno


Todavía quedan días en los que me digo:
hay un lugar que puedo hacer mío,
un café, por ejemplo, que puedo reclamar
como propio, luego de tantos excesos

o un terreno baldío en las afueras.
Pero eso sólo quiere decir que hay objetos
que me encuentran familiar, inanimado.
Mi anhelo es retórico: no espero afecto

de las cosas. Por eso mismo admiro
dos incomodidades: las sillas de madera
y las letras. En cambio, los poderes y la lujosa
circulación del guiso me dejan indiferente.

No en la explicación sino en la soledad
deseo usar estas palabras: yo no soy de acá.



Como Walcott



Escribo a mano con un lápiz Mongol No. 2 mal afilado
apoyando hojas de papel sobre mis rodillas.

Ésa es mi poética: escribir con lápiz es mi poética.

Si alguien pregunta como quién quiero escribir
respondo «como Walcott». Ésa también es mi poética.

También, esperar a que ella me muerda el cuello
es mi poética. La salobre oscuridad del mar, la insistencia
de sus golpes y el aire húmedo encima, lleno de pliegues,
es mi poética. Ella pregunta como quién quiero escribir

y yo respondo «no sé, como Walcott». O más bien
mi poética es di algo visceral de una buena vez,
como en la ópera, sin esperar que ocurra una muerte
especialmente interesante al final: es mi poética.

Lo del lápiz mal afilado es indispensable para mi poética.

Sólo así quedan marcas en las hojas de papel
una vez que las letras se borran y las palabras ya no

se entienden o han pasado de moda o cualquier otra cosa.



Traducción radical



Enseñarle castellano a un perro
es la verdadera enseñanza.
«Nunca va a aprender», dicen.
¿Por qué? ¿Acaso el castellano
es cuestión de inteligencia? Tal vez
sería mejor aprender a ladrar entonces.
¿Por qué no lo podemos hacer?
¿Porque somos demasiado inteligentes?
Me gustaría decir «Yo te quiero»
ladrando. Un perro es un verdadero
otro. Alguien que no comparte
mis reglas. Casi ninguna. A veces
decimos algo y el perro acude.
A veces el perro ladra y lo ignoramos.
En comparación, aprender aymara
(dialecto moqueguano, digamos)
es sencillo. Se puede hacer.
Tal vez la pronunciación no sea
perfecta, pero nos dejamos entender.
¿Cómo será ladrar con acento humano?
Los perros reirían sin parar.
«Y éste ¿de dónde salió?» dirán.



Otros poemas de Mario Montalbetti, aquí

Alejandro Cesario

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¿Progreso?




Se parte con escarcha del suburbio,
con ahogo correoso,
con bocas de tormenta tapadas,

el oído percibe
el olor del chiflido sordo,

la canilla de cálidos veranos aún está goteando,
me empecino en entrar.

A metros de la puerta de mi casa,
pequeñas criaturas beben la leche cuarteada de sus madres.

A la madrugada cruzamos
al Gran Buenos Aires,
los pastos de los terrenos baldíos están crecidos
y los perros flacos,
una vaca se inclina a beber el moho
y una mujer panzona con sus siete niños a un costado.
El chasquido del látigo golpeando
sobre el lomo del caballo.

Expulsada criatura
juega en los canales de desagüe.

En el portón de la ex fábrica la ex algodonera
se amanece golpeado y meado.

Aquí se calló la voz
y calló sin convicción,
aquí se orina sin resureccíon.

Pábilo aliento se desase en el puño del deseo,
en el intento de ser un barrio.

En la casilla de madera del guardabarrera se apagó la luz.

Los pastizales bordean las vías.
Tres vagabundos sentados se pasan la ginebra, también el cigarrillo,
lentamente se duermen en un entramado de probreza.

Sobre la loza, la única loza negra de la cuadra,
tres pibes juegan, remontan ilusiones.

Un hombre corre por el puente que cruza el arroyo,
intenta alcanzar el tren que llega a la estación.



De: "La última sombra", Ediciones la yunta, 2015




Desentierro de mis sueños



a Matilda

Los vi lejos,
a pesar de que Matilda me los hizo ver de cerca.

Uno paleaba
y el otro preparaba la talega negra,

al rato,
ambos la llenaban de huesos.



Recuerdo



Me mira, me habla
en esta noche de insomnio.

Yo escucho, escucho
pero sólo oigo su risa
que sale del espejo.

Sus labios se mueven
Hablan y son los míos.


Camino del Buen Ayre



Orillan con la piel rojiza resignados,
quebrados al amparo de la lluvia punzante.

Como aves de rapiña
retuercen sus tripas
sosegando la gusa,

no la desidia


De: "El bruto muro de la casa propia", Ediciones la yunta, 2018



Alejandro Cesario (1967, Buenos Aires, Argentina)


Irene Frydenberg

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El trono familiar



Ya sabés, no es indolencia.
Anudada la anatomía y perdido el destino en el mareo y el insomnio
descubrís que el trono familiar también se sostiene sobre tus hombros.

El futuro se abotarga y nadie dará hosannas por tu nombre.
El peso cargado no tiene beneficios,
es una mole de desaliento en cada inspiración y es hipo de hielo en los latidos.

¿Acaso es posible andar así?
Cada herida abre un río de aguadija
que irá a dar nuevamente en la misma herida o en otra de igual tenor.

Sería prodigioso que las cosas fueran de otro modo.
Los tronos,
cayendo a plomo sobre nosotros,
a menudo detienen nuestro paso
o nos condenan a mirar la vida sin poder hablar con ella.



El vikingo



moldeaba el vaso como para elixires de primer orden
acariciaba como un vikingo
y se reía de cara a la ventana como en un barco

nada lo hacía retroceder –solo su madre-
y mientras tomaba el tren para su yugo
daba tres palmadas al aire como diciendo: el día es nuestro

se había dejado crecer las patillas
fumó una tarde cuando tuvo sed y cosquillas
amasó un pan con sabor a torta frita y esperó la lluvia

nos acurrucamos
eso fue todo




Nacida en julio de 1956 y sin saber mucho qué hacer llegué al Taller Mario Jorge De Lellis con unos recién estrenados 19 años. Después de eso la poesía se convirtió en algo serio. Libro editado, "Nosotros los lúdicos". sin editar cuatro o cinco, el último de los cuales se llama "El arsenal de las uñas". Mientras tanto, la vida. cantar y enseñar a cantar. Un disco grabado, A tientas. Además, un hijo y una casa que siempre he cuidado amorosamente.

Otros poemas de Irene Frydenberg, aquí

Fidel Maguna, poemas inéditos

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Prisiones y poemas.



En la prisión Ho Chi Minh escribía pequeños poemas que hablaban de la luz del sol.
En la prisión Evariste Galois multiplicaba metros hasta poblar su mente de infinitos.
En la prisión Mauricio Ronsencof entraba a los sueños de su padre.

Mi padre, en la prisión, intentaba oír el río.

En la prisión Daniel Moyano vio arder sus libros
y dijo un chiste que los generales o tenientes no entendieron
pero él se rió de todas formas y esperó la libertad escribiendo un cuento.

Lo que quiero decir es que es muy difícil que puedan encerrarnos.
Tenemos hijos cada día en estas hojas que escribimos y escribimos con amor y rabia.
Tenemos hijos que se conducen con dulzura en las noches más violentas.

Nuestra fantasmal y pobre literatura
esta mañana es luminosa
porque en el humo los hijos de Ho Chi Minh resurgen:

guerrilleros en la luz del sol
gestados con amor y rabia
acarician nuestra libertad en cuanto tiembla.



Después del puente



entré a la ciudad cruzando el puente:
vi hombres trabajando
en la expansión de una avenida que ahora desconozco.

llegué a mi casa, encendí las luces
y me senté a escribir un poema
sobre los primeros que llegaron a este sitio.

releí: sombras calladas escapando de la guerra;
sombras de farol fundando prostíbulos y campos.

borré por temor a ensombrecerme.

fui a la terraza y vi huesos sobre la parrilla
estuve fuera durante quince días y los huesos quedaron ahí
desde la noche que vinieron mis amigos.

puse los huesos en una bolsa pensando en ellos:
dijeron llamá cuando regreses.

quieren saber qué cosas hice o dejé de hacer,
quieren contar qué cosas hicieron o dejaron de hacer.

pero hoy no tengo ganas de narrar porque estoy cansado,
porque sentí extrañeza al entrar a la ciudad
y esquivé máquinas y policías vestidos de civil.

tiré la bolsa con los huesos y me acosté
sobre un recuerdo sin máquinas ni botones
y dormí profundamente.

me desperté en la región infinita de un poema
y ya sin sombras intenté la luz entre las sombras.

parece apagada –casi siempre– la luz que brillará más adelante.




Fidel Maguna (1993, Rosario, Provincia de Santa Fe, Argentina)
Imagen: fb (foto de Ana Clara)

Mircea Ivănescu

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Poesía rumana


el bosque de abedules



vivir en un bosque – como en un cuento romántico
alemán – mas reescrito por un ruso, pues hay un bosque blanco,
de abedules – con un silencio luminoso, un poco
triste – como una primavera, que en ese collar
de cuentas ambarinas de los días, de las noches, deslizas
entre tus dedos – y ya no sabes si no te repites
hasta al infinito, o si has llegado al final, con frías
tardes, cuando vuelves a la casa de madera, con lentos pasos
– retrasar la llegada y la luz plateada.
morar en un bosque – en un tiempo de abedules
y que cada mirada cuando alces hacia los árboles los ojos sea
verdadera, decirte – mira, éste es un instante ralentizado y le
seguirán otros, asímismo lentos y verdaderos.
y aquí, por un lado, por el otro, entre estos árboles plateados
que sea tan sencillo todo – y maravillosa
la luz, como si no lo vieras en un libro plasmado
y no estuviera en una parábola sobre la muerte todo basado.




pdurea de mesteceni



să trăieşti într-o pădure – ca într-un basm romantic
german – însă rescris de un rus, căci e o pădure albă,
de mesteceni – unde e o tăcere luminoasă, un pic
tristă – ca o primăvară, pe care în acea salbă
de boabe de chihlimbar a zilelor, nopţilor, ţi-o petreci
printre degete – şi nu mai ştii dacă nu te repeţi
la nesfârşit, sau ai ajuns la capăt, cu reci
după-amiezi, când te întorci spre casa de lemn, cu paşii înceţi
– să întârzii ajungerea, şi lumină argintie.
să locuieşti într-o pădure – într-o vreme a mestecenilor.
şi fiecare privire, când îţi ridici către pomi ochii să-ţi fie
adevărată, să-ţi spui – uite, asta e o clipă încetinită şi vor
urma altele, deopotrivă de lente, şi adevărate.
şi aici, printre copacii aceştia de argint, de o parte,
de alta, să fie atâta de simplu totul – şi minunată
lumina, ca şi cum nici n-ai citi într-o carte,
şi n-ar fi totul o parabolă despre moarte




Mircea Ivănescu (1931, Bucarest / 2011, Sibiu, Rumania)
Traducción: Elena Borrás García
Fuente: Poesis International

Roni Margulies

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Roni Margulies

Planta Baja



Nuestro ascensor me habla, mientras subo
o bajo, con tono protector y amable.
“Aquí estamos”, me dice “puedes bajarte”.
Me dice el piso al que hemos llegado,
siempre me hace saber dónde estoy.

Pero todas las veces que bajo para salir
a las calles, a las que no pertenezco,

entona “Begane grond” con una voz
que me suena levemente preocupada,
“He aquí”, creo que me dice, “he aquí el mundo,

abre la puerta, sal. Y no te inquietes,
todos aquí son extranjeros como tú.
Nadie pertenece. En ninguna parte.”



Begane Grond 



Our lift talks to me, as I go up
or down, in a gentle, protective tone.
“We are here,” she says “you may go”.
She tells me the floor we have reached,
always lets me know where I am.

But whenever I descend to go out
into these streets I do not belong to,
"Begane Grond” she intones, in a voice
 which sounds to me slightly concerned,
“Here,” I think she says, “here’s the world,

open the door, go. And do not fret,
everyone here is as foreign as you are.
No one belongs. Not anywhere.”


(Traducido del turco por el autor)

Roni Margulies (1955, Estambul, Turquía) Traducciòn del inglés: Adam Gai

Pat Boran. Traducción de Adam Gai

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El poeta ocasional. Poesía irlandesa


Carbón



La familia de mi padre perdió la vida respirando día a día
ese primo siniestro del diamante, la oveja negra más negra de todas,
extraído del espacio escondido de la tierra, rostro de los riscos de la noche,
materia oscura todo el tiempo bajo sus pies.

De panza como los bebés, hijos siguiendo a sus padres
por las cámaras medio inundadas por la filtración y el sudor,
a través de pánicos de pestes, bolsillos de aire respirable,
más profundos que las sepulturas, dentro del  recinto mismo de la muerte

y más allá, se van arrastrando; y no van solos
sino que van junto con los rezos de aquellos que dejaron arriba
con la respiración entrecortada, mirando salir al alba
a los hombres cuyas sombras el atardecer recogería a sus casas.

Hace mucho que las minas están clausuradas, los túneles inundados.

El carbón viene ahora de las galerías de mundos distantes.
El motor del imperio, frío y alienado como siempre
sigue siendo hoy  un misterio

como cuando lo tuve por primera vez en mis manos,
como  un niño pequeño que siente el relato de su tribu,
su sangre,  su dureza de cuerpo astral, historia y memoria comprimidas
en un solo elemento que la oscuridad ha sacado a la luz.



Coal



My father’s people died for it, one breath at a time,
this sinister cousin of diamond, this blackest of sheep,
hewn from the deep space of earth, the cliff face of night,
the dark matter all the while under their feet.

Down on their bellies, like babies, sons trailing fathers
through chambers half‐flooded by seepage and by sweat,
through panics of vermin, pockets of breathable air,
deeper than burial, into the very neighbourhood of death

and beyond they crawled; and they didn’t go alone
but with the prayers of those they left above
shallow‐breathing to watch them setting out at dawn,
the men whose shadows dusk would gather home.

The mines are long since closed, the channels inundated.

Coal now comes from some underworld a world away.
The engine of empire, cold and alien as ever
it remains as much a mystery today

as when I held it for the first time in my hand,
a small boy sensing the story of his tribe,
his blood; asteroid‐tough, history and memory compressed
into one, the darkness brought into the light.



Pat Boran (1963, Portlaoise, Irlanda. Reside en Dublin) 
Traducción: Adam Gai
Enlaces: 
http://www.patboran.com/
https://www.lapecerarevista.com/pat-boran

Imagen: Youtube


Alicia Genovese

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La obturación



más tarde volverá
a escribir
lo que ahora tacha
dejará de pelear
quizá olvide lo tachado
pero no aquel movimiento
donde la memoria
empuja ciega
sobre el silencio de lo borrado
se reanuda
hojas retoñan
en el tallo del rosal
la poda dejó cortes al sesgo
la luz del jardín amplifica
no selecciona
no descarta.



Otros poemas de Alicia Genovese, aquí

Paul Muldoon: Anseo, que significa aquí, aquí y ahora,

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Poeta irlandés

Anseo



Cuando el Maestro pasaba lista
En la escuela primaria de Collegelands,
Se suponía que debías de contestar Anseo
Y levantar tu mano
Cuando acontecía tu nombre.
Anseo, que significa aquí, aquí y ahora,
Todo presente y correcto,
Fue la primera palabra de irlandés que conocí.
El último nombre de la lista
Pertenecía a Joseph Mary Plunkett Ward
Y era precedida, aunque no siempre,
Por el silencio, miradas familiares,
Un asentir y un guiño. La broma del Maestro
«Y dónde está nuestro pequeño Ward-of-court»?
Recuerdo la primera vez que regresó
El Maestro lo había enviado
Hacia los setos
Para encontrar para sí y cortar
Una vara con la cual sería golpeado.
Después de un rato, nadie decía nada;
Él habría de regresar como de rutina
Con una vara de olivo o sauce,
O, finalmente, con una de almendro
Que había tallado hasta volverla un látigo,
Con sus patrones de laca roja y amarilla
Finas y alisadas,
Y todo tan delicadamente forjado
Que él bien podría haberle puesto sus iniciales.
Vi por última vez a Joseph Mary Plunkett Ward
En un pub pasando la frontera irlandesa.
Él vivía a la intemperie,
En un campamento secreto
Sobre el lado opuesto de la montaña.
Estaba peleando por Irlanda,
Haciendo que las cosas ocurrieran.
Y me contó, Joe Ward,
Cómo había ascendido en rango
A Contramaestre, a Comandante:
Cómo cada mañana durante el desfile
Sus voluntarios le contestaban Anseo
Y levantaban sus manos
Cuando acontecían sus nombres.



Paul Muldoon ((1951, Armagh, Irlanda del Norte)
Traducción: Gustavo Osorio de Ita
Fuente: Poéticas, revista de estudios literarios
Enlaces:


Imagen: www.slate.com

Ida Gramcko

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No, la tierra no podrá ser la tierra,
ni la muerte podrá ser la muerte,
ni la vida la vida,
hasta que mi alma no haya conocido toda
la espantosa pesadilla,
y no se haya internado hasta la entraña
del hondo, humano abismo.
¡Ah! ¿Qué valen aquí, sobre este mundo,
mi espíritu y mi instinto,
si aún tienen un temblor de ensueños claros
que son claras mentiras?
No, no, no puede ser, ni puedo
tampoco ser yo misma,
hasta que no haya saboreado toda,
toda la hiel amarga y el acíbar.



Ida Gramcko (1924, Puerto Cabello / 1994, Caracas, Venezuela)
Enlaces:
http://www.otroparamo.com/2016/09/06/poemas-de-ida-gramcko-seleccion-de-ediciones-letra-muerta/


"La greca nítida de sombras..."

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Una greca, palabra proveniente del Latín graeca​ es un ornamento que consiste en:
  • Franjas donde se repite un mismo motivo. Se usaban en Grecia como ornamentos, tanto en arquitectura como sobre utensilios de cerámica, y probablemente también en el vestido. De allí su nombre. Sin embargo, se las encuentra también en la egipcia y asiria, así como en la de los mixtecos.
  • una faja más o menos ancha en forma de cadena por la continua repetición de un mismo dibujo
  • líneas o listas que van tomando diversas direcciones, especialmente aquéllas que forman siempre ángulos rectos.
  • es una especie de cuadro en el que su contenido es un mismo dibujo realizado muchas veces.
Ha tomado el nombre por considerarse este adorno originario de la arquitectura griega, aunque cabe destacar que su nombre original en dicha cultura es el de Méandro (Μαίανδρος). El meandro es un ornamento griego que se compone de una U encadenada mientras que dibuja un trazado más complejo incluyendo una retroalimentación al volver.​
Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Greca

Una excusa para reproducir este hermoso poema:


Una colina



En Italia, donde estas cosas pasan,
tuve una vez una visión —se entiende:
no como las de Dante, no la visión de un santo,
quizá ni una visión de veras. Con mis amigos
curioseaba en la plaza soleada
muy de mañana. La greca nítida de sombras
de las grandes sombrillas cubría el pavimento:
bajíos relucientes en que anclaba la breve
armada de carretas. Libros, monedas, mapas,
paisajes burdos, feas estampas religiosas,
todo en venta. Colores, ruidos,
manos al vuelo: gestos exultantes;
aun el regateo

cual verbosa piedad subía hasta el oído.
Y entonces ocurrió: todo calló de pronto,
y oscureció; los carros, la gente y el mismísimo
gran Palacio Farnese, con todo y tanto mármol,
se hicieron aire. En su lugar había
una colina ocre pelada. Cuánto frío
hacía, casi helaba, con presagios de nieve.
Como viejos herrajes, los árboles: chatarra
junto a un muro de fábrica. No había viento y no hubo
más sonido en un rato que el crujido levísimo
del hielo que mis pies quebraban en el lodo.
Vi un pedazo de cinta enredado en un seto,
no otro signo de vida. Y luego oí
como el trueno de un rifle. Un cazador, pensé:
no estaba solo, al menos. Pero entonces llegó
el golpe, suave, como de papel,
de una gran rama que caía no sé dónde, invisible.

Y fue todo, a excepción del frío y el silencio
que, como la colina, se anunciaban eternos.

Resurgieron los precios, y los dedos: fui devuelto
al sol y a mis amigos. Pero por más de una semana
me aterró la amargura pelada que había visto.
Todo esto ocurrió hace unos diez años
y no me preocupó hasta que hoy, por fin,
recordé esa colina: está justo a la izquierda
del camino que sale de Poughkeepsie, y de niño
pasaba horas mirándola en invierno.


Anthony Hecht


Daniel Freidemberg

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Abril   



Acá la noche. La  
        hilera de luces 
de la avenida, atrás,  
y acá, ahora, alta, en la 
noche, una estrella.  
               ¿La misma? 

No sé: una es- 
trella, al- 
go ahí, en  
           lo alto 
del mundo, en  
el mundo,  
que brilla, 

como si  
fuera a irse,  
o no alcanzara  
del todo a llegar. 
Ni la palabra  
ni el recuerdo:  
una estrella, 
tic de luz 
puesto, vaya a  
saber por  
quién o qué, a brillar 
sobre lo negro del presente, 
y acá el presente, con  
estrella y todo. 

Estrella y 
            todo:  
            un gran  
telón de escombros 
se arrumba al fondo: 
ni un comienzo ni un fin. 

Miro esa luz que 
la palabra “estrella” no toca. 



Abril (XIV) 



Había que, dijeron, blindar, 
yo lo creí, para escribir, la rosa,  
pero al fin blindamos 
sitios para escribir, era que el aire 
tocaba el nervio, y yo no quise, 
no quiero gritar. Escrito en un  
Mc Donald’s de barrio: descubrí 
la gran pasión, la mayor de todas, 
la que se cambia, como el dinero, por todas: 
la Indiferencia. Escrito en un Mc Donald’s 
de barrio: Indiferencia. No supe, no 
quise blindar las palabras: 
miren estos agujeros, estos tropiezos, esta confusión. 



Abril (XXIII) 



Sobre tu amor y tu 
debilidad, cuando avancen 
hambrientos los perros, 
los ojos rojos de terror, 
que se lo coman todo y 
acabemos, 
una vez y otra vez. 



Daniel Freidemberg (1945, Resistencia, Chaco, Argentina)
De: "Abril", Barnacle, 2016
Imagen: Youtube



X Festival Latinoamericano de Poesía

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X Festival Latinoamericano de Poesía
21 al 24 de agosto de 2018 – Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini

Av. Corrientes 1543 (C1042AAB) Ciudad de Buenos Aires – Argentina
[54 11] 5077-8000


PROGRAMA


[MAR 21] Sala Solidaridad [2° S]

19:00. Apertura. La poesía y la canción: Débora Infante / Palabras de bienvenida / Presentación de los poetas internacionales invitados: Benjamín Chávez (Bolivia), Elicura Chihuailaf Nahuelpán (Chile), Rolando Kattan (Honduras), Claudia Magliano (Uruguay), Mario Meléndez (Chile), Mauricio Molina Delgado (Costa Rica), Soleida Ríos (Cuba), Jairo Rojas Rojas (Venezuela) y Sara Vanégas Coveña (Ecuador).

[MIE 22] Sala Osvaldo Pugliese [PB]

18:00 – 19:10. Mesa de homenaje a los poetas argentinos Antonio Requeni, Horacio Salas, Rafael Vásquez y Vicente Zito Lema. Coordina: Susana Szwarc

19:20 – 20:40. Mesa de lectura. Con Carolina Biscayart (Argentina), Bruno di Benedetto (Argentina), Liliana Heer (Argentina), Mauricio Molina Delgado (Costa Rica), Ricardo Rojas Ayrala (Argentina) y Sara Vanégas Coveña (Ecuador). Coordina: Patricia Díaz Bialet 

[JUE 23] Sala Osvaldo Pugliese [PB]

18:00 -19:10. Mesa de reflexión Vicente Huidobro: el hombre que fue vanguardia. Con Vicente García-Huidobro Santacruz (Chile) y Mario Meléndez (Chile). Coordina: Carlos J. Aldazábal

19:20 – 20:40. Mesa de lectura. Con María del Rosario Andrada (Argentina), Benjamín Chávez (Bolivia), Mercedes Halfon (Argentina), Miguel Martínez Naón (Argentina), Soleida Ríos (Cuba) y José Luis Visconti (Argentina). Coordina: Romina Dziovenas

[JUE 23] Sala Jacobo Laks [3º P]

19:00 – 20:30. Mesa teórica Poéticas comparadas. Poesía y teatro. Con Patricia Díaz Bialet, Jorge Dubatti, María Marta Guitart, Daniela Horovitz y Nara Mansur. Por cuarto año consecutivo, el grupo de investigadores del Área de Investigaciones en Ciencias del Arte (AICA) y del Instituto de Artes del Espectáculo (IAE-UBA) organiza esta mesa teórica sobre las relaciones entre poesía y teatro e invita, además, a Guitart y Horovitz, creadoras  de algunos de los espectáculos más emblemáticos de esta tendencia en los últimos años.

[VIE 24] Sala Jacobo Laks [3º P]

18:30 – 20:00. Mesa de reflexión Poesía argentina actual. El feminismo es literatura. Con Ana Arzoumanian, Laura Estrin, Daniel Gigena y Laura Klein. Coordina: Nara Mansur. La sociedad argentina atraviesa y celebra una revolución feminista que tiene en la ley de despenalización y legalización del aborto su punto culminante ¿Cómo la poesía, la literatura, están tematizando y elaborando nuevas técnicas compositivas en relación a este movimiento de transformación social?

[VIE 24] Sala Osvaldo Pugliese [PB]

18:00 – 19:15.  Mesa de lectura. Con: Ana Guillot (Argentina), Felipe Herrero (Argentina), Mario Meléndez (Chile), Jairo Rojas Rojas (Venezuela) y Gabriela Yocco (Argentina). Coordina: Marina Cavalletti

19:20 – 20:40. Mesa de lectura. Con Elicura Chihuailaf Nahuelpán (Chile), Nora Hall (Argentina), Rolando Kattan (Honduras), Claudia Magliano (Uruguay), Víctor Hugo Morales (Uruguay-Argentina) y Diego Rosake (Argentina). Coordina: Juano Villafañe

21:00. Entrevista pública y lectura de cierre con Diana Bellesi. Coordina: Vicente Muleiro.

Brindis. 

Poetas invitados


María del Rosario Andrada (Argentina)
Ana Arzoumanian (Argentina)
Diana Bellessi (Argentina)
Carolina Biscayart (Argentina)
Bruno Di Benedetto (Argentina)
Benjamín Chávez (Bolivia)
Elicura Chihuailaf Nahuelpán (Chile)
Laura Estrin (Argentina)
Vicente García-Huidobro Santacruz (Chile)
Daniel Gigena (Argentina)
Ana Guillot (Argentina)
Mercedes Halfon (Argentina)
Nora Hall (Argentina)
Liliana Heer (Argentina)
Felipe Herrero (Argentina)
Rolando Kattan (Honduras)
Laura Klein (Argentina)
Claudia Magliano (Uruguay)
Miguel Martínez Naón (EEUU)
Mario Meléndez (Chile)
Mauricio Molina Delgado (Costa Rica)
Víctor Hugo Morales (Uruguay)
Antonio Requeni (Argentina)
Soleida Ríos (Cuba)
Ricardo Rojas Ayrala (Argentina)
Jairo Rojas Rojas (Venezuela)
Diego Rosake (Argentina)
Horacio Salas (Argentina)
Sara Vanégas Coveña (Ecuador)
Rafael Vásquez (Argentina)
José Luis Visconti (Argentina)
Gabriela Yocco (Argentina)
Vicente Zito Lema(Argentina)

Imagen: Florencia Lobo


Eugenio Montale

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Dos en el crepúsculo



Fluye entre tú y yo en el mirador
un claror submarino que deforma
perfiles de colinas y tu rostro.
Está en un fondo huidizo, cada gesto
tuyo es ajeno a ti; entra sin huella
y se esfuma, en el medio que cubre
cada estela, cerrándose a tu paso:
tú aquí conmigo, en este aire bajado
para sellar el sopor de las rocas.
Yo, caído
en el poder que pesa en torno, cedo
al sortilegio de no reconocer
de mí ya nada fuera de mí: si alzo
el brazo apenas, se me vuelve ajeno
mi acto, se parte en un cristal, ignota
y oscurecida su memoria, y ya
el gesto no me pertenece; si hablo,
yo escucho atónito aquella voz
descender a su gama más remota
o muerta en el aire que no la sostiene.
Así, en el punto que resiste a la última
consunción de la luz,
dura el desmayo; y luego un soplo eleva
los valles en frenético temblor
y arranca de las frondas un rumor
muy leve que se extiende
entre rápidos humos y las luces primeras
dibujan ya los muelles.
…las palabras
entre nosotros caen suaves. Te miro
en un blando reflejo. Yo no sé
si te conozco; sé que nunca estuve
de ti tan separado como en este tardío
retorno. Unos instantes han quemado
todo de nosotros: salvo dos rostros,
dos máscaras donde se graba una sonrisa
desganada.



Otros poemas de Eugenio Montale, aquí
Traducción: Jesús López Pacheco
Fuente: https://blogs.20minutos.es/poesia/tag/italia/

Imagen: Italian-poetry-org




Gary Snyder

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El baño



Lavando a Kai en la sauna,
La lámpara de queroseno sobre una caja
afuera del ventanal a ras de suelo,
Ilumina el borde de la estufa de hierro y la
palangana sobre la losa
Vapor y sonido de gotas de agua
esparcidas en la pila de rocas de arriba
Él está de pie en el agua tibia
Jabón por entre toda la suavidad de sus muslos y estómago
“¡Gary no me enjabones el pelo!”
—miedo a que le escuezan los ojos—
la mano enjabonada que siente
a través y alrededor de los relieves y curvas de su cuerpo
hasta la entrepierna,
Y le lavo cosquilleando el escroto, su pequeño ano,
su pene que se curva y endurece
cuando retiro la piel e intento lavárselo
Ríe y salta, revoleando los brazos
me acuclillo desnudo también,
¿es este nuestro cuerpo?

Sudando y jadeando en la piedra caliente al vapor de la caldera
el balde de madera rocía agua en la tabla de cedro
el titilar de la lámpara de queroseno afuera en el viento del pinar
sierra bosque riscos noche—
Masa entra, permite que el aire fresco
se filtre desde la puerta
una dulce y profunda inspiración
Y ella lo inclina agarrándolo con cuidado, con una rodilla abajo
su pelo cae y esconde toda una parte de su
hombro, pecho y barriga,
Lava con destreza el pelo de Kai
que se enfada y chilla—
El cuerpo de mi mujer, la sinuosa columna de su valle
el espacio entre los muslos al que llego,
forma el arco curvo de su vulva y lo sostengo desde atrás,
un jabonoso cosquilleo una porción de grial
El portal de lo Imponente
Que se abre a un mundo cambiante de espejos dobles de
úteros en úteros, en círculos,
que comienzan con música,
¿es éste nuestro cuerpo?

El lugar oculto de la semilla
La red de venas que fluye a través de las costillas, que recoge
leche y culmina en un pezón—se ajusta
a nuestra boca—
La leche mamada de éste nuestro cuerpo despide
sacudidas de luz; el hijo, el padre,
comparten el gozo de la madre
Que brinda una suavidad a la flor de la asombrosa
puerta abierta del rizado loto que cojo y beso
Mientras Kai ríe en el pecho de su madre del que es destetado
ahora, nosotros
nos lavamos uno al otro,
éste nuestro cuerpo

El pequeño escroto de Kai junto a su ingle,
la aún oculta semilla, que pasó de nosotros a él
En flujos que auparon con las mismas alegrías fuerzas
como su lactante Masa después,
juega con su pecho,
O yo en ella,
O él emergiendo,
éste es nuestro cuerpo:

Limpios y aclarados, sudamos más, nos estiramos
sobre los bancos de secoya los corazones laten
Tranquilos al fuego lento de la estufa,
el aroma de cedro
Y luego nos damos la vuelta,
murmuramos chismes de los pastos,
charlamos de la leña,
Nos asombramos de cómo dormita Gen, cómo lo traeremos
pronto para bañarlo también—
Estos chicos que aman a su madre
que ama a los hombres, que pasa
sus hijos a otras mujeres;

La nube en el cielo. Los pinos cimbreantes.
el gorgoteo del agua en el prado pantanoso

éste es nuestro cuerpo.

Fuego dentro, el agua hierve en la estufa
Suspiramos y nos dejamos caer desde los bancos
envolvemos a los bebés, salimos,

noche oscura & todas las estrellas.

Nos echamos agua fría en la espalda y muslos
Entramos a la casa—despedimos vapor de pie junto al fuego del hogar
Kai retoza en la piel de cordero
Gen de pie se agarra y grita,

«¡Bao! ¡bao! ¡bao! ¡bao! ¡bao!»

Este es nuestro cuerpo. Sentados con las piernas cruzadas junto al fuego
bebemos agua helada
abrazamos a los bebés, besamos sus barrigas,

Reímos sobre la Gran Tierra
Recién salidos del baño.



The bath


Washing Kai in the sauna,
The kerosene lantern set on a box
outside the ground-level window,
Lights up the edge of the iron stove and the
washtub down on the slab
Steaming air and crackle of waterdrops
brushed by on the pile of rocks on top
He stands in warm water
Soap all over the smooth of his thigh and stomach
“Gary don’t soap my hair!”
—his eye-sting fear—
the soapy hand feeling
through and around the globes and curves of his body
up in the crotch,
And washing-tickling out the scrotum, little anus,
his penis curving up and getting hard
as I pull back skin and try to wash it
Laughing and jumping, flinging arms around,
I squat all naked too,
is this our body?

Sweating and panting in the stove-steam hot-stone
cedar-planking wooden bucket water-splashing
kerosene lantern-flicker wind-in-the-pines-out
sierra forest ridges night—
Masa comes in, letting fresh cool air
sweep down from the door
a deep sweet breath
And she tips him over gripping neatly, one knee down
her hair falling hiding one whole side of
shoulder, breast, and belly,
Washes deftly Kai’s head-hair
as he gets mad and yells—
The body of my lady, the winding valley spine,
the space between the thighs I reach through,
cup her curving vulva arch and hold it from behind,
a soapy tickle a hand of grail
The gates of Awe
That open back a turning double-mirror world of
wombs in wombs, in rings,
that start in music,
is this our body?

The hidden place of seed
The veins net flow across the ribs, that gathers
milk and peaks up in a nipple—fits
our mouth—
The sucking milk from this our body sends through
jolts of light; the son, the father,
sharing mother’s joy
That brings a softness to the flower of the awesome
open curling lotus gate I cup and kiss
As Kai laughs at his mother’s breast he now is weaned
from, we
wash each other,
this our body

Kai’s little scrotum up close to his groin,
the seed still tucked away, that moved from us to him
In flows that lifted with the same joys forces
as his nursing Masa later,
playing with her breast,
Or me within her,
Or him emerging,
this is our body:

Clean, and rinsed, and sweating more, we stretch
out on the redwood benches hearts all beating
Quiet to the simmer of the stove,
the scent of cedar
And then turn over,
murmuring gossip of the grasses,
talking firewood,
Wondering how Gen’s napping, how to bring him in
soon wash him too—
These boys who love their mother
who loves men, who passes on
her sons to other women;

The cloud across the sky. The windy pines.
the trickle gurgle in the swampy meadow

this is our body.

Fire inside and boiling water on the stove
We sigh and slide ourselves down from the benches
wrap the babies, step outside,

black night & all the stars.

Pour cold water on the back and thighs
Go in the house—stand steaming by the center fire
Kai scampers on the sheepskin
Gen standing hanging on and shouting,

“Bao! bao! bao! bao! bao!”

This is our body. Drawn up crosslegged by the flames
drinking icy water
hugging babies, kissing bellies,

Laughing on the Great Earth

Come out from the bath.



Otros poemas de Gary Snyder, aquí
Traducción: José Luis Regojo
Fuente: "La isla de la tortuga", Kriller71 Ediciones, 2017 


Kei Miller

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Jamaica

Topónimo


Me-No-Sen-You-No-Come. En inglés llano:
                         no entrar sin invitación. Pues
                         considérense las aventuras había-una-vez
                         de una tal mocosa que respondía al nombre de
                         Ricitos de Oro: tantísimas niñas, auto-invitadas a la
                         casa de osos, asumiendo al instante su colonial
                         derecho a la avena, a las camas, y a las sillas. La
                         bobalicona niña entró así nomás, sin siquiera
                         un ofrecimiento simbólico de miel, y así como así
                         empezó a desconchinflar cosas. Si aunque sea hubiera
                         dado un penique por los nombres secretos de los sitios. Me-
                         no-sen-you-no-come: sin invitación,
                         no eres bienvenido. O bien, entra como te
                         dé la gana: pero has de saber que este suelo, estas
                         matas, estos árboles te observan con
                         una profunda sospecha de muchos siglos.



Place Name

Me-No-Sen-You-No-Come. In plain English:
                         do not enter without invitation. For
                         consider the once-upon-a-time adventures
                         of rude pickney answering to name
                         Goldilocks – nuff-gyal, self-invited into
                         house of bears, assumed at once her colonial
                         right to porridge, to beds, and to chairs. The
                         baff-hand child went in just so, not even a
                         token offering of honey, and just like that
                         proceeded to bruck up things. If only she
                         had pennied the secret names of places. Me-
                         no-sen-you-no-come: without invitation
                         you’re not welcome. Or else, come in as you
                         please – just know that this ground, these bushes,
                         these trees observe you with
                         suspicion many centuries deep.



Kei Miller (1978, Kingston, Jamaica)
Fuente: Punto de partida
Enlaces:

Imagen: Writers online


Matthew Sweeney

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El artista del hambre en su hogar

Al modo de Kafka                                                  

                                        
En los días que siguen a mis ayunos
me siento en mi jaula vacía, la puerta abierta,
oyendo de nuevo las burlas de la multitud
que me tocan, me acusan de esconder comida,
me insultan cuando no respondo.
¿qué saben  esos imbéciles?
Con alegría, me gustaría duplicar mis cuarenta días
si ellos me lo permitieran. Entonces podría
acercarme al estado de hueso cubierto de piel
al que aspiro, ver en la noche –
convertirme en una criatura tan liviana como las cosas
con las que me rodeo; la calabaza,
el huevo  vacío del avestruz, el cráneo del cuervo.
Ellos no pueden imaginar esto, de tontos que son.
Yo mordisqueo mis mendrugos de sabor horrible,
estiro la mano para hacer girar
el globo de la luna, cierro los ojos
para imaginar un esqueleto caminando lentamente
a través de la superficie de la luna, luego trepando
a un cráter para yacer allí y estar quieto.



The  hunger artist at home

After Kafka 


In the days following my fastings 
I sit in my empty cage, the door open, 
hearing again the taunts of the crowds 
who poke me, accuse me of stashed food, 
curse me when I don’t respond. 
What do they know, the imbeciles? 
I would gladly double my forty days 
if they’d let me. Then I might 
approach the state of skin-covered bone 
I aspire to, see in the night – 
become a creature as light as the things 
I surround myself with: the melon gourd, 
the empty ostrich egg, the crow’s skull. 
They cannot imagine this, the fools. 
I nibble my foul-tasting crusts, 
reach out a hand to set spinning 
the globe of the moon, close my eyes 
to imagine a skeleton slowly walking 
across the moon’s surface, then climbing 
into a crater to lie there and be still. 




Matthey Sweeney
Matthew Sweeney (1952, Lifford. Irlanda / 2018, Londres, Inglaterra) 
Traducción: Adam Gai
Enlaces: https://circulodepoesia.com/2018/08/poesia-irlandesa-matthew-sweeney/
Imagen: Poetry Foundation


Joan-Elies Adell

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Poesía española

Conversación de ascensor



No tengo hoy más que palabras para un invierno
que aún no ha comenzado, en la extrañeza
de un octubre en que no acaba de irrumpir el frío.
El armario reclama una renovación, la ropa de verano
que empiezo a detestar. Pacientemente, esperan
los abrigos un sólido aire helado.
Sólo tengo palabras para estas nubes bajas
que me deparan, al superponerse, el espectáculo
de cielos simultáneos, de un sol civilizado que me empuja
a sentarme despreocupadamente en alguna terraza, como si alguien
me esperase, y la espera fuese parte de una extraña alegría.
Palabras para no hablar de nada, o para trasplantarme
un corazón distinto, que no lata con el compás de ayer,
que lo haga de un modo algo espaciado, intervenido,
con precisión de cirujano. Mi voz se traba,
también lo noto, brusca como una puerta giratoria
de un viejo hotel, y se convierte en una rémora
capaz de confundir las rotaciones de los astros. Basta
con sentir un contacto para hacer un diagnóstico correcto.
Tocar el agua como se toca un cuerpo y así cicatrizar la herida,
la hemorragia vital. Para un vulgar diálogo
de ascensor, hoy sólo tengo unas pocas palabras.
Sólo un parte meteorológico algo tibio, desapacible y rutinario.



Conversa d'ascensor

 Avui només tinc paraules per a un hivern que encara no ha començat. Per a l‟estranyesa d‟un octubre en què no acaba d‟irrompre el fred. L‟armari reclama una renovació, la roba d‟estiu que ja tenim avorrida. Els abrics s‟amunteguen pacients a l‟espera d‟un sòlid vent gelat. Només tinc paraules per a uns núvols baixos que, en superposar-se, m‟ofereixen l‟espectacle de cels simultanis, d‟un sol civilitzat que m‟empeny a seure tranquil·lament en una terrassa, com si algú m‟esperés, i l‟espera formés part d‟alguna estranya alegria. Paraules per no parlar de res, o per trasplantar-me un cor diferent, que no bategue amb el ritme d‟ahir, que ho faça d‟una manera esporàdica, intervinguda, amb precisió de cirurgià. La meua veu s‟entrebanca, també m‟ho noto, brusca com una porta giratòria d‟un hotel massa antic, i es converteix en una rèmora capaç d‟imantar les rotacions dels astres. Et bastarà sentir un contacte per fer un diagnòstic correcte. Tocar l‟aigua com es toca un cos i així cicatritzar les ferides d‟una hemorràgia vital. Per a una previsible conversa d‟ascensor avui només tinc unes poques paraules. Un part meteorològic injectat de tebior, inclement i rutinari.



Joan-Elies Adell (1968, Vinaroz, España)
Fuente: Adarve. Revista de crítica y creación literaria
Imagen: Alger.it Notizie 


Derek Mahon

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Cocina de campo



Caminando por la eternidad
a lo largo de la playa que respira
hay esa modalidad
al inmediato alcance de la mano –
desove, ruinas, mar asombroso
y Cabo Howth más allá.

Así es como comienza,
devoción a las cosas reales
de una mañana límpida:
hoja goteando y canto de pájaro,
sonidos de faena, el rico
aire de una cocina de campo.

Jugamos con el ritmo y la rima
junto a un fogón recién encendido:
desde abajo de una manta cerrada
de neblina la tierra
se abre a una corriente de nubes
hacia el oeste en el Atlántico.

El mundo de lo simple
brilla con el agua, cede
al arado. Un vuelo de gaviota
sigue al tractor que trabaja.
Quidditas: los campos usados
de Ulster y la antigua Grecia;
y siempre el mismo río,
el oráculo y el universo
sin circunferencia, ese infinito recurso.
Si una cosa sucede una vez
sucede una vez para siempre.





Mi nota: quidditas > lo esencial



Derek Mahon (1941, Belfast, Irlanda del Norte)
Traducción: Adam Gai
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