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Jorge Aulicino

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7



Nadie mejor que el fresno imita al fresno. Repite
los dibujos su corteza. Un programa binario 
los maneja. Este fresno no es idéntico al otro, 
pero seguramente iguales variaciones del 
dibujo podrán ser encontradas en distintos
fresnos. No pensamos en esto al mirar los fresnos.
Una hoja nada más caída al barro es un mundo 
indescriptible, sobre todo en el instante en que
diversas tormentas moleculares comienzan 
en la superficie al entrar en contacto con el 
barro. Nadie cree que todo lo que sucede 
en ese único segundo puede ser narrado.
Nada de un mísero instante puede ser narrado. 
Nada, pintado. Sombras doradas las palabras 
se tienden sobre el río y le dibujan cortezas 
de aquel fresno, que no le rozan la superficie.
Colecciones de poemas entran y salen por 
sus bocas, y por las bocas de sus poros y de 
sus células. El río da que hablar, pero en la 
realidad profunda donde hubo una explosión gris 
que le dio nacimiento nadie entra, el río sólo 
permite que hagamos las sinuosas realidades,
poemas que no nacen de él y que nos llevan a 
remar en cierto cielo de pintura oriental, 
como entre camalotes no sostenidos por el 
agua sino por la tela blanda de la página, 
con microscópicas briznas de corteza que la 
amarronan en conjunto, pero son de cerca 
puntos oscuros, canoas entre poros, breves 
embudos del agua blanca, neutra, resultado 
del litigio que hace años mantenemos con el 
río pacífico pero inabordable, como 
si de materia no fuera.



Jorge Aulicino, de "El río", inédito
Dibujo: ER


Yves Bonnefoy, poemas inéditos traducidos por Pablo Queralt

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Es raro, yo no te reconozco.
Esta noche es tan oscura que ya no veo más tu rostro.
A pesar de esta luz en tus ojos.
De diversos colores allá tan lejos.
Yo comprendo que todos ustedes, 
no están más.

Cerca de mi como una sola presencia 
a quien tender la copa, yo no sé 
ni la quiero, yo la dejo, un instante.  
Percibiendo tus manos,
yo las toco con las mías, es suficiente.

Porque es verdad que en esta sala nada es real  
nosotros estamos juntos, usted y nosotros.
Ella  tiene tabiques que se desvanecen 
a los que yo me aproximo. Yo no sé 
si esto esta afuera, adentro, en esta noche clara, 
yo tomo la copa, yo la elevo, ella no esta más. 

Y que contenía ella, yo no supe jamás 
parecía real, era posible, podría ser, 
digamos, era un vino 
que nosotros deseamos beber juntos.

Yo recuerdo nuestros lugares compartidos
estábamos donde deseábamos, 
un prado y sus grandes árboles frente al cielo,
o entre placas de rocas, entre tinieblas?
Yo recuerdo, pero que es esto, recordar?
Rápido la quema de nada en el reloj de la arena, 
la memoria, ese pozo. Alrededor del verano 
el monte está desierto. Yo estoy allá, 
yo levanto la tapa de hierro oxidada 
de agua de otro siglo, de otro cielo, 
yo me inclino eres tú, 
la sonrisa de tantos años en esa noche. 



//



Mis amigos, mis amados,
yo les lego los dones que me confiaron
esta tierra próxima al cielo, nos une
por estas manos innombrables, el horizonte.
Yo les lego el fuego que nosotros contemplamos
quemar en el humo de las hojas secas
que un jardinero de lo invisible había empujado
contra un muro del hogar perdido.
Yo les lego estas aguas que parecen decir 
el hueco, en lo invisible, del barranco
que es el oráculo la nada que ellos llevan
y la promesa del oráculo. Yo les lego
con unas pocas brasas
esta ceniza apilada sobre el hogar apagado,
yo les lego el desgarro de las cortinas,
las ventanas que se entornan,
el ave que quedó atrapada
en la casa cerrada.



De "Ensemble encore" (Todavía juntos)
Traducción: Pablo Queralt
Imagen: Aristegui Noticias

Tito Manfred

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Soñé que la poesía chilena actual era ese baile de máscaras en "Eyes Wide Shut", 
y yo Tom Cruise al centro del salón, 
sin máscara, sin ropa, expuesto al ridículo 
y a la humillación. Cuando desperté seguía fuera de todo, pero mi vida no corría peligro
ni había orgías ni oscuros rituales a la vista.
Nicole Kidman brillaba por su ausencia.

//


Nuevamente vengo del futuro
Es el año 2042
Soy Premio Nacional de Literatura
Un quinquenio antes
La disentería ha cobrado la vida
De los últimos Poetas Valiosos
Quienes sobrevivimos a la epidemia
Nos turnamos los premios en democracia directa
En la última asamblea resolvimos
Conceder el Bolaño a un poeta menor
Con reumatismo y problemas de esfínter
Su resentimiento ha disminuido considerablemente
Paciencia, camaradas, ya les llegará su turno
En el futuro todos seremos Premio Nacional
Sólo lávense las manos después de ir al baño


//


El amor romántico en la época de su reproductibilidad técnica


Jenny me da seguridad.
No quiero volver a vivir sin ella.
Estoy conmovido por sus palabras.
La pureza, la serenidad y la honestidad
de su discurso.

(Así mismito dijo Dirk, esposo de Jenny la muñeca. Yo no más traduje sus palabras en Google Translate y las dispuse en forma de versos. Así se escribe un poema: sin sudor.)

//

iii)


Siento un profundo resentimiento hacia los poetas que admiro. Escriben tan soberbia-mente los hijos de puta. Cuánto estilo, cuánta téc-nica. Envidio sobremanera sus poemas. No les tiembla el pulso a la hora de cortar el verso. No les tiembla la matemática al contar las sílabas. No les tiemblan las caderas cuando sacan a bailar a la chica de mis sueños. Les deseo lo peor. 
Quisiera abrir sus cráneos y hacer mías las ideas que ante-ceden a la escritura del poema. Argh, realmente los odio. Quiero hacerme amigo de cada uno de ellos.


//


My kind of woman


Anoche soñé contigo sin excentricidad alguna
Anoche soñé contigo y vestías como imagino
Que vistes y no decías nada, en tu boca
Estaba clausurado el lenguaje
Y, sin embargo, que estuvieras ahí, en mi sueño
Era suficiente información
Yo iba a escribir: Houston, we have a problem
Pero mejor borro esa parte por absurda
En 6000 años más, no se te habrá arrugado
Un solo pixel
Ey, mira tú las cosas que escribo!
No hubo mejor época
Para no sentir absolutamente nada


//


La belleza es una luz cegadora cuando un hombre o una mujer de preciosas facciones, tez blanca y ojos verdes evade el pago en una micro del Transantiago. Podrían pagar, sin embargo no lo hacen. Estúpidas criaturas rebeldes y hermosas. Aquella luz se apaga cuando quien salta el torniquete es una persona morena y poco agraciada, con la camisa mugrienta del cuello y empapada de los sobacos. Su evasión es por necesidad. Esta circunstancia anula el valor estético de su acción.


//


Difícilmente escribiré sobre la luz filtrándose entre las hojas del cerezo o de la belleza de los adolescentes que vuelven a casa luego de sus exploraciones nocturnas. No hay belleza en esas cosas, ni en el lenguaje, ni en las imágenes que median entre lo uno y lo otro. Seguro estoy equivocado. Sólo sé que no han sido mis mejores días, que ya no tendré mejores días y que odio este trabajo, y quizás sea esta aversión a mis obligaciones lo único que me va quedando. No creo en la poesía política, pero si me preguntaras qué significa para mí la escritura, te respondería: es esto que hago en lugar de aquello para lo que me pagan. 



Tito Manfred (1983, Arica, Chile)

Poemas extraídos de "Los poemas se dirigen a las redes de pesca", Barnacle, 2018


Linda Pastan

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Ética




Hace muchos años en clase de ética
nuestro profesor nos preguntaba cada otoño:
¿si se prendiera el fuego en un museo
qué es lo que salvarías, una pintura de Rembrandt
o una anciana a la que de todos modos
no iban a quedarle muchos años de vida? Impacientes en las duras sillas
nos preocupaban poco los cuadros o la vejez,
optábamos un año por la vida, al siguiente por el arte
y siempre con poco entusiasmo. A veces
la mujer adoptaba el rostro de mi abuela
dejando por una vez la cocina para recorrer
algún museo inhóspito y sólo a medias imaginado.
Un año, creyendo ser ingeniosa, respondí
¿por qué no dejar que decida la anciana?
Linda, explicó el profesor, evita
la carga de la responsabilidad.
Este otoño, casi anciana yo misma,
estoy en un museo real
frente a un verdadero Rembrandt. Dentro del marco
los colores son más oscuros que el otoño,
más oscuros aún que el invierno— los ocres de la tierra,
aunque los elementos más brillantes arden
a través del lienzo. Ahora sé que la mujer,
la pintura y la estación son casi una sola cosa
y todas más allá de la salvación de los niños.


El día más feliz



Era los primeros días de Mayo, creo
un momento de la lila o cereza silvestre
cuando tantas promesas se hacen,
difícilmente preocupe si algunas no se cumplen.
Mi madre y mi padre todavía suspendidos
en la experiencia, parte del paisaje
como las casas en donde había crecido,
Y si habrían de ser derribadas después
fue algo que yo sabía
pero no creía. Nuestros chicos estaban dormidos
o jugando, el más chico tan nuevo
como el nuevo aroma de la lila,
y cómo pude haber adivinado
sus raíces eran superficiales 
y serían fácilmente trasplantadas.
No supe incluso que era feliz.
Los pequeños enojos que eran como sal
sobre el melón fue sobre lo que me obstiné,
aunque en verdad ellos simplemente
hicieron el sabor de la fruta más dulce.
Entonces nos sentamos en el porche
en la mañana fría, sorbiendo
café caliente. Detrás de las noticias del día—
huelgas y pequeñas guerras, un incendio en algún lugar—
Pude ver lo alto de tu cabeza negra
Y pensé no en conflagraciones públicas
sino en cómo se sentirían en mi hombro desnudo.
Si alguien pudiera parar la cámara entonces...
Si alguien pudiera no sólo parar la cámara
Y preguntarme: sos feliz?
Quizás me habría dado cuenta
cómo la mañana brilló en el color
reflejado de la lila. Sí, podría haber dicho
y ofrecido una taza humeante de café.




Ethics


In ethics class so many years ago
our teacher asked this question every fall:
If there were a fire in a museum,
which would you save, a Rembrandt painting
or an old woman who hadn’t many
years left anyhow?  Restless on hard chairs
caring little for pictures or old age
we’d opt one year for life, the next for art
and always half-heartedly.  Sometimes
the woman borrowed my grandmother’s face
leaving her usual kitchen to wander
some drafty, half-imagined museum.
One year, feeling clever, I replied
why not let the woman decide herself?
Linda, the teacher would report, eschews
the burdens of responsibility.
This fall in a real museum I stand
before a real Rembrandt, old woman,
or nearly so, myself.  The colors
within this frame are darker than autumn,
darker even than winter — the browns of earth,
though earth’s most radiant elements burn
through the canvas. I know now that woman
and painting and season are almost one
and all beyond the saving of children.


The Happiest Day


It was early May, I think
a moment of lilac or dogwood
when so many promises are made
it hardly matters if a few are broken.
My mother and father still hovered
in the background, part of the scenery
like the houses I had grown up in,
and if they would be torn down later
that was something I knew
but didn't believe.
Our children were asleep
or playing, the youngest as new
as the new smell of the lilacs,
and how could I have guessed
their roots were shallow
and would be easily transplanted.
I didn't even guess that I was happy.
The small irritations that are like salt
on melon were what I dwelt on,
though in truth they simply
made the fruit taste sweeter.
So we sat on the porch
in the cool morning, sipping
hot coffee.
Behind the news of the day--
strikes and small wars, a fire somewhere--
I could see the top of your dark head
and thought not of public conflagrations
but of how it would feel on my bare shoulder.
If someone could stop the camera then.
if someone could only stop the camera
and ask me: are you happy?
perhaps I would have noticed
how the morning shone in the reflected
color of lilac.
Yes, I might have said
and offered a steaming cup of coffee.


LINDA PASTAN (1932, Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica) 

"Ética", incluido en Siete poetas norteamericanas actuales (Editorial Pamiela, Pamplona, 1991, selección y traducción de Rosa Lentini y Susan Schreibman). 
Fuente:https://franciscocenamor.blogspot.com.ar/2013/12/poema-del-dia-etica-de-linda-pastan.html
"El día más feliz",publicado en http://www.poetrysoup.com/famous/poem/9166/the_happiest_day
Traducción: Myriam Rozenberg

Imagen: Seattle Art & Lectures 

Alberto Cisnero: "Las casas", Barnacle, 2018

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ya no recuerdo cómo fue. después pasaron  
muchos días. no hacen al tema. las luces 
de las posadas, un curso de agua 
translúcida, otro paisaje de niebla. más allá, 
más arriba y más lejos el cielo es negro. por azar 
o por juego, justo cuando la vida mudó color 
y gala. y capturado el corazón. un secreto 
que lo excede. la luz que irradia el candil, prevenida frente a un extraño, 
condesciende a uno.



3



recordarás un día. el contacto de mi mano 
en la tuya. el que ahora te ofrezco. sólo 
diremos que era en junio, hace muchos años. recuerdo un día sólo porque viene con tu nombre mezclado. y lejos y muy cerca. y pronto. 
como una ola, pronto. y donde todo acaba 
o todo comienza. como mi padre me miraba 
un día. suelo asentir a lo que decís. y sé 
que eso me alboroza. ahora ya soy viejo 
y lo comprendo, hija.



11



o bien lo fingía. me fingía bondadoso y necio. 
en votos adversos. no más en votos adversos. 
será siempre nuestra la luna de invierno. plumón 
de pájaros y albayalde. como un rostro querido. 
porque hoy has venido. tu cantor borracho, 
de poncho y firme la mano en el puño del hacha, buscaba, como quien busca desesperado, algo 
que desapareció. a la luna de invierno. ventisca. 
y tras de vos y tras de mí, esperamos 
y despedimos lo mismo.



13



detrás del volante. sobre la ruta seis. 
en un repente. la gran noche campo afuera 
y la luna de invierno. una antigua habladuría 
o una primera certeza o un obsequio. confituras de maicena. a miles. en un poblado del camino 
tuve un rancho alguna vez. después pasó 
el tiempo. me empeñé en las tabletas etruscas. porque mancillan lo que en la punta de la lengua 
a ocluirse torna. hay también palabras veloces como la luz. o bala o rayo o síncope. 
para un repente con la mano en el pecho.



Alberto Cisnero (1975, La Matanza, Buenos Aires, Argentina)


Escribió: La sustancia en infracción (2002), Los dados de la muerte (2004), Mil brillos apagados (2007), Akullico (2009), El precursor químico (2009), Tagsales (2010), Adiós y hasta pronto (2010), El movimiento obrero granizado (2011), Robé un auto para trasladarme a las soledades vivientes (2012), Ajab (2012), Oquei, gracias (2013), Las casas (2013), Forma parte de mi guerra (2015), Acata Míckuy (2017) y las novelas Hablamos cuando se pueda (2011), Treinta dineros (2012) y Drugstore (2015).​​​​​​
El límite de la materia (Ediciones Ruinas Circulares, 2012 y Barnacle, 2015), Tagsales (En-causto, 2013) , Adiós y hasta pronto ( Dio Fetente, 2013), El movimiento obrero granizado (Barnacle, 2014), Robé un auto para trasladarme a las soleda-des vivientes (Barnacle, 2015), Drugstore (Barnacle, 2015), Ajab (2016) y Oquei, gracias (Barnacle, 2017).

 Sitio web: www.albertocisnero.wix.com/home

Presentación de "La flora de los escombros", de Volker Braun

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Poesía alemana actual

Jueves 31 de mayo a las 19 h. Entrada libre y gratuita.
Goethe-Institut
Avenida Corrientes 319 / 343 Buenos Aires
La traducción de esta obra recibió apoyo del programa de fomento a la traducción del Goethe-Institut.

Conversación acerca de los árboles en el Parque Gezi (2013) 

1

Se trata de un par de árboles
Seres silenciosos, erguidos como nosotros
Es decir desconocidos, cualesquiera, fáciles de sacar
De su lugar histórico
Donde acumulan la luz en el follaje
Una llamarada verde en la brasa del cemento
Sus bóvedas cálidas residencia de los mediodías.

2

Acerca de los árboles es la conversación, vital
Y no es digno derribarlos a golpes
En una pequeña masacre a la mañana
Uno como nosotros, una armada de mástiles que se sumergen
En agua, arbitrariedad y gas lacrimógeno
Una estadística de la felicidad que no esparce semillas
Una estación del año sin retorno.

3

Es decir, de los árboles – y un hombre se mantiene erguido
Como consciente de sus pies enredados
Como si reflexionara acerca de su modo de andar
Él se planta
En el suelo desnudo como si
Rellenara su sombra con una sustancia sólida
Sedimento de la multitud
Que se volatiliza.

4

Como si se le cayera la propia
Existencia, una cosa inquieta, inconsistente
La falta de sueño, de paciencia
De algo fundamental, elemental.
Los árboles son los que le recuerdan
La falta de naturaleza
De las razas y religiones podridas
La sumisión a sus respiraciones, la opresión
¡De su capacidad de ser humano!

5

Y los cálculos de ensueño
Los déficits, la tolerancia, el día sin hacer.
Los Alpes desnudos del futuro
Miles de millones en las aguadas de Arabia, aunque
Los camiones cisterna disponen de hidrantes secretos.
¡Los miserables van como locos sobre los mares!

6

Quien está de pie tranquilo allí en la calle
Está al alcance de la injusticia. Infinito
Cansancio, infinito tiempo
Él está de pie, obsequia
Leche y limones, para lavar los ojos
Un bosque crece desde su alma.
Qué clase de tiempo en el que
Una conversación acerca de árboles incluye todas las atrocidades.


"La Flora de los escombros", El jardín de las delicias, 2017
Traducción: Silvana Franzetti
  


Volker Braun es uno de los poetas de lengua alemana más significativos y reconocidos, primero en la antigua República Democrática Alemana y luego en la Alemania reunificada. Nació en Dresde, en 1939. En 1965, invitado por Helene Weigel a trabajar como dramaturgo en el Berliner Ensemble, se radicó en Berlín. A lo largo de su carrera obtuvo valiosos reconocimientos, como el Premio Heinrich Heine (1971), el Premio Heinrich Mann (1980), el Premio Schiller Memorial (1992) y el Premio Georg Büchner (2000). Su poesía fue traducida, entre otros idiomas, al italiano, al francés, al inglés, al eslovaco, al checo, al chino y al ruso. Entre sus últimos libros de poesía se destacan Auf die schönen Possen (De las bellas burlescas, 2005), Der Stoff zum Leben 1-4 (El material para la vida 1-4, 2009) y Handbibliothek der Unbehausten (Sala de lectura de los sin hogar, 2016).

Silvana Franzetti es poeta y traductora. Nació en Buenos Aires en 1965, donde vive y trabaja. Realizó montajes de sus textos poéticos en instalaciones, performances y videopoemas, estos últimos exhibidos en numerosos festivales internacionales de poesía. Tradujo poesía de Monika Rinck, Günter Kunert, Hilde Domin, Reiner Kunze y Volker Braun, entre otros poetas alemanes contemporáneos. Entre sus últimas publicaciones se encuentran Notas al pie(2016), Cuadrilátero circular (2002, 2007) y los libros-objeto Mentiras (2010) y Telegrafías (2001), realizados en colaboración con Roberto Equisoain y Mariana Bustelo, respectivamente. 


Belek Antar, un poeta ocasional

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Yo quería ser daltónico
para ser mejor piloto
como mi padre con su caza
modelo Breguet 14
pero el daltonismo
saltea una generación,
como el coraje
decía él

De todas formas
fui piloto, hoy día
no se necesita poder diferenciar
distintos tipos de blanco
en el campo de las nubes;
las maquinas hacen todo
el trabajo y nosotros
solo ponemos el sufrimiento

También quería tener
una infancia traumada, conflictos
personales y una familia
destruída
para ser mejor poeta
como mi abuelo con su bayoneta
defendiendo Estambul
escribiendo versos
entre las balas rusas

Fue mi padre quien
simplificó el trabajo
pegándose un tiro en la frente
por error, dijeron los peritos
yo digo que tal vez
porque el coraje saltea dos generaciones
y porque las maquinas ahora
también hacen todo el trabajo
incluso en la poesía


Hijo de Meryem Bologur y Wadih Antar, Belek Antar nace en La Rioja. Escapando a las hambrunas de pos-guerra y a la furia de su suegro, Halit Bologur, turco nacionalista que se oponía al matrimonio de su hija con un libanés, Wadih Antar emigra a La Rioja. Junto a ellos viaja la madre de Meryem, Sinem, que abandona su tierra natal para acompañar a la familia, y de paso hacerse cargo de los gastos de la emigración comprando una casa en La Rioja que sería patrimonio familiar hasta el final. Meryem llega embarazada a Aimogasta y da a luz a Belek Antar a los pocos meses. La madre no sobreviviría al parto y, de alguna forma, tampoco su padre, quien sería internado en un psiquiátrico por una corta temporada, luego de sufrir una crisis nerviosa y entrar en una fuerte depresión. Durante ese tiempo, y a lo largo de la vida de Belek, su abuela se haría cargo de él y de su educación. A sus 20 años, luego de que ingresara a la academia militar, Belek Antar recibe la noticia de la muerte de su padre: limpiando un arma que guardaba de recuerdo de su abuelo se dispara en la frente, muriendo en el acto. Belek siempre tomó este hecho como un suicidio y al año siguiente tuvo su primera crisis depresiva y su primera internación. Al salir del hospital, escribiría el siguiente poema:

estar loco es un poco como no estar
todo sigue indiferente a nuestra falta
y al salir y volver
uno descubre que todo cambió
salvo aquello de lo que se hacía cargo
y la casa vieja, cada vez más vieja,
y en ese cuaderno no se escribió nada por meses
y sobre todos, el polvo
como si todos los objetos de la vida de uno
hubieran estado también ellos
internados


Belek Antar (1920 / 1985, Río Tercero, Córdoba, Argentina)
Aunque nunca ejercería profesionalmente, fue piloto de avión y tuvo trabajos varios: fue fotógrafo y mecánico, así como instructor de vuelo. En algún momento de su vida se muda a Córdoba, luego de publicar en La Rioja un único libro, Vida y otros asuntos, del que solo vendió unos pocos ejemplares que logró recuperar y prender fuego con el resto de la tirada, causando un incendio en la vieja casa que heredara de su abuela. 
Luego de un exilio breve en México, menos de dos años entre el 79 y el 81, donde volvería a transitar un proceso de internación psiquiátrica de casi 4 meses, su rastro se pierde en Córdoba. Muere allí en 1985, en la Ciudad de Río Tercero, sin que nadie se presente a retirar el cadáver

Enlace:

Lorine Niedecker

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Entrevista de Antonio Gómez Ribelles a Natalia Carbajosa en El coloquio de los perros (fragmento)

—ECP: Es complicado hacerse una idea del ambiente literario estadounidense, no solo el de Nueva York o Chicago. Sabemos de grupos como los modernistas, imagistas y objetivistas, que se vieron influidos por las vanguardias artísticas europeas y el desembarco en Estados Unidos del arte europeo con el Armory Show en 1913 o la creación del MOMA en 1929, y la llegada de artistas y escritores exiliados. Pero ¿cómo una persona que vive aislada de los centros culturales, en una zona pantanosa e inundable de Wisconsin, llega a un conocimiento y a una práctica de la poesía más vanguardista del momento?

—NC: Se ha especulado mucho, a veces interesadamente, sobre ese aislamiento de Lorine Niedecker que la convierte en una rara avis de la poesía de vanguardia norteamericana y la emparenta con otro ilustre ejemplo del aislamiento y la experimentación, Emily Dickinson. En el caso de Lorine Niedecker, sin embargo, esa imagen idílica de la inspiración innata no es del todo exacta. Niedecker siempre fue muy consciente de su vocación poética: leía metódicamente y recibía la revista Poetry desde Chicago, paradigma de la poesía más avanzada del momento, y en la que ella misma publicó; revisaba cada poema hasta la saciedad, y de hecho escribió relativamente poco tras una vida entregada a la poesía; organizó cuidadosamente su legado hasta donde pudo, y vivió su falta de repercusión con bastante desaliento. Es verdad que hay algo “innato” en su manera de escribir poemas surrealistas y objetivistas incluso antes de entrar en contacto directo con los centros de referencia de estos movimientos; pero su estilo se fue afinando gracias a dicho contacto, en persona cuando viajó a Nueva York, por carta y con visitas puntuales de artistas el resto de su vida. Por otro lado, las influencias directas de su entorno inmediato (la naturaleza fluvial, el folclore autóctono y las cuitas de la clase trabajadora empobrecida a la que pertenece) sí aportan matices personales que hacen casi de cada uno de sus poemas una pieza inconfundible
...El objetivismo constituye la segunda generación del modernismo poético norteamericano. Al igual que el cubismo en pintura, los objetivistas conciben los poemas como artefactos con sentido en sí mismos, sin necesidad de aludir a la realidad externa, esto es, renunciando a la función referencial del lenguaje. Por eso prefieren los poemas breves, la elipsis que deja que el lector supla lo que falta, la presencia en los poemas de objetos a priori “no poéticos”. Los objetivistas puros rechazan la intromisión del yo profundo del surrealismo en una poesía que aspira a ser lo más impersonal posible. Sin embargo, el objetivismo de Lorine Niedecker aparece desde el principio en combinación con las imágenes inexplicables del surrealismo; la intromisión de las voces populares de su entorno inmediato (la madre, la vecina)...

MY LIFE BY WATER

My life
          by water--
                 Hear

spring’s
            first frog
                      or board

out on the cold
         ground
                 giving

Muskrats
            gnawing
                      doors

to wild green
           arts and letters
                       Rabbits

raided
         my lettuce
                        One boat

two--
         pointed toward
                        my shore

thru birdstart
            wingdrip
                     weed-drift

of the soft
           and serious
                     Water
MI VIDA JUNTO AL AGUA

Mi vida
           junto al agua--
                      Oíd

la rana primera
              de la primavera
                      o la madera

sobre la tierra
             helada
                       al crujir

Las musarañas
             royendo
                        las puertas

que dan a la pradera
                  las artes y las letras 
                            Los conejos

rapiñando
              mis acelgas
                        Una barca

dos--
          de cara a
                       mi ribera

al alzar el vuelo
             goteo de ala
                      descenso de algas

por el agua
          suave
                y severa

Lorine Niedecker (1903, Fort Atkinson / 1970, Estados Unidos de Norteamérica)
Traducción: Natalia Carbajosa
Entrevista completa a Natalia Carbajosa, aquí
Imagen: Goodreads


Diego L. García

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(gugleo) se trataba del episodio 9
de la segunda temporada titulado
Tren de carga. willie recuerda que
cuando tenía 17 años recorrió el
país viajando en trenes de carga.
es su secreto. no quiere que sus 
hijos copien el (mal)ejemplo. un
derecho típico de la paternidad
temerosa del buen civil: evitarse
en la autoflagelación del encierro
propio. pero quién más que alguien
que proviene de afuera realmente
de afuera para cortar la ley? suena
una armónica vagabunda y oímos
“no hay como una estación de trenes en la noche”
algo vive en esa huida
que titila en el fondo oscuro del cielo



la diversión es una píldora para mirar
otra guerra en 3d mientras el mundo 
se rompe las caderas por patinar en el 
hielo con las zapatillas agujereadas. 
en el retrovisor: una mesa con mantel 
de hule y un helicóptero ardiendo en 
saigón en manos del pequeño johnny
no es gracioso ver cómo se achicharran
los huesos plásticos de los chinos?
escribiré una canción para explicarte 
de qué se trata la vida. tendrá un final 
tan jugoso como esos folletos de la iglesia




cada post quiere convencerte
de tu capacidad de mutación
hacia una zona de neutralidad.
hacer lo correcto. dicen los
avisos publicitarios. pero
si se trata de leer no debería
ser bueno? mirá aquel
rostro de ojos azules cómo
sonríe. como si entráramos
en un templo todo se vuelve
milagrosamente protector.
iré a poner unas tostadas
en la máquina y cuando regrese
el mundo habrá cambiado
a una plantilla elegante



reconstrucción de las viandas pasadas)



un miami beach con ron cubano
tapa de revista 

un peso por cargar el televisor hasta
las gomas quemadas

como un amigo, como un viejo enemigo
se canta en las vidrieras

sánguche presidencial para el escenógrafo 
que barre el fondo de la piscina

bronceado el canónico
da su campanada vip

la época 

un táper olvidado en el fondo de la heladera


De: "Una cuestión de diseño", Barnacle, 2018

Fernando Ayala

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#10



Qué tren, qué tren.
No hay abismo, el tren existe en su ruta callejera
insiste el acero en dejarla rodar,
hay huella marcada en realidad.
Cuentan las estaciones que hubo una vez
y habrá tantas como sean necesarias
hasta que entienda el ganador:
que lo humano se pierde, pero no se olvida.
No hay abismo, hay soledades
como trenes sin estación
dentro de nadie, todo, es algo
ahí donde la sangre está seca
se unen músculos, huesos y piel.
Pero no hay abismo, eso es religión
hay historia en treinta mil pedazos
hay cercos que romper, por los trenes
que aún no salen, por la estación 
amanecer.



b



Nuevos ritmos, viejos aromas, rocío matinal
de maldiciones celestes, ricos de pobreza humana
recreos serviles consientes, reos de la propiedad
fantasmas luminosos de las noches dulces,
aptos de calamidad callejera, 
perecederos de bellas durmientes
dorados de plata falsa, perdurables
claros de luna nueva, hijos del dueño de nada
fieles trepadores del futuro, cíclicos, sistémicos
monitos con cola de paja, dealers de tecnología seca
soñadores del ensueño promiscuo, duros planetas
sin órbita, atletas de golpes bajos, prometeos
del renacimiento, tapones de luna, asteriscos
de estrellas fugaces, matemáticos del calendario,
oportunistas del espacio material, infantes de marina
polvos frescos del ocaso, 
berretines del consuelo amoroso,
van siempre para arriba, porque el día 
que caigan del cielo
ellos saben, no los busca nadie.




De: "Conurbano, mano de obra", Barnacle, 2018

Lu Menezes

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Poesía brasileña


Río congelado



Raro Río frío:
en mañana marina de Leblon
en la esquina de Delfín con Reina Guillermina,
belleza de lo Real -ferina- urdida en azul omnipresente
violado por banderas de alerta rojas, almendros refulgentes...
tachos de basura naranja, transeúntes, velas a lo lejos
y -sí- un perfecto pero:
este perro
negro con pata
enyesada - rota? torcida? Perro cojo
en blanco y negro en el corazón de la realidad hipercolorida
Todo tan vívido engendrado por el DJ del Azar
que ningún disco de Newton
jamás haría girar y generar
saldo amnésico
síntesis de cenizas 




Un río luso-holandés



Además de lado a lado alinear
Pan de Azúcar, Cristo Redentor, Piedra de Gavea, Dos Hermanos,
el Rio pintado en la pared de la panadería "Joya"
tenía molinos de viento a orillas de la bahía.

La ensenada carioca
tuneada por la mente aglutinante del pintor
anclada en una Holanda sin Mondrian,
sin diques de contención,
era aún enriquecida por el mecenas portugués

exponiendo a su vez
- contra la liquidez azul pincelada-
en el estante de los lácteos, entre latas de leche en polvo Nido
un ventilador polvoriento,
subtipo tropical de molino.

Y el girar de los diversos tipos de pan
en la mirada de un cliente
iría a alimentar
- mientras su café durase -
incierta energía vital elemental
empujándolo, de nuevo, a ordeñar
la voluble vasta vaca azul-lavable llamada imaginación


Era negra y era la Luna


(A Carlito Azevedo) 


Al astronauta le extrañó el lado oscuro de la Luna:
"Era negra como alquitrán
y era la Luna"

Una cosa es saber
que se trata de to be and not to be
la cuestión; otra, estar ahí -
en la oscuridad lunar como en nevasca negra
experimentando
un miedo incomparablemente nuevo 

Aquí
en la noche eléctrica clara por demás,
huéped turbulento de esta altísima
torre de hormigón sin sombra
de Aladdín, 

el viento

- flautista actuante, antes tan antes
de las primeras flautas de ala de buitre y presa de mamut -

seductor precursor
de Hamelín,

artista ancestral
con hambre sonora infinita,
ya no asombra,
infunde un miedo farsesco dudoso

mientras obsesivo, astuto, mañoso
infiltra por las rendijas de las ventanas antiruídos
su orquesta furiosa de soplos discursivos


Lu Menezes (1948, São Luís do Maranhão, Brasil)
Traducción: Aníbal Cristobo
Imagen: radiobatuta.com.br

Basilio Fernández, un poeta ocasional

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EL 28 de julio de un año sin gloria
nací a la extrañeza,
y al bienestar de los rincones familiares,
discontinuo y sin sueño
como el que no espera visitas.
Nunca necesité afanes para diluirme,
ni testigos para la emancipación al menudeo;
sin transacciones ni pretextos
he rechazado el clima de esas horas inevitables
vana escoria de una imagen desenfocada.
Condenado a negarme,
ya firmar pactos de inactividad con maniquíes
sibilinos,
he llegado a este mundo
como un puente tendido a la contradicción
o al nihilismo de los galeotes.
Guiado por vilanos,
desatrancando puertas cerradas al hastío de los
transportes,
he desdeñado los mejores auspicios
y las frambuesas anexionadas por un devaneo
de otoño.
Al paso del tiempo,
apenas me doy cuenta del declive de la virtud,
de la degradación paulatina de las tormentas de
verano
de las torres oblicuas
que se tambalean
en el error de las actitudes imprevisibles.
A veces prolongo las palabras con que juego
sin gran convicción
y vagamente sigo la porfía
de una nueva forma de vislumbre.
Sálvese el que pueda
en el cataclismo de la tristeza
o en las consolas donde naufragan los deseos
imbricados en lo irreal
aunque sin provecho de nadie.
Poco se sabe
de los predestinados a la irreflexión
y mucho menos
de los que comparten su miseria en el
aburrimiento.
Más de trescientos años queman mi orgullo,
mis gestos de pana marchita
o cordobán raído, ahíto de polvo,
sobre la prudencia anónima
que cede a la vanagloria de la luz.



Elegía



Lo que hubo en ti de roca, sangre y sigilo,
fue del último viento estéril,
de la última nevada transitable, a los ojos
ya las banderas abatidas, solas.
¿Por qué nuevos caminos vas
acumulando noche, noche para siempre?
En qué colinas toma rumbo a los cielos
tu fluir de testigo delgado, actitud del alba?
Aquellas aguas grises,
aquel tardío florecer de las tierras aradas,
tu paso del otro lado de las lícitas aves,
eran los simulacros de amor para el otoño.
Todo fue inútil, inútil como una bocina
entre las losas del mundo y las cabelleras
cansadas,
y ahora que un fusil me apunta a los ojos
y sobre mi cabeza caen árboles tronchados,
te necesito: háblame muy cerca del pie,
muy cerca, sube lentamente en pudor de
neblina
hasta mi voz petrificada de emigrante celeste.
Vanidades, humaredas, glorias humanas,
no son tan inmóviles como yo mismo,
como mis vagonetas cargadas de recuerdos
que pasan sobre tus moldes terrenos,
sobre los senderos que hollaste
y que conducen a ti,
tan lejana de los viejos modos y de los días.

(Solitude, optional april)

Basilio Fernández (Valverdín, León, 1909-Gijón, 1987) es un caso singular de poeta secreto en la literatura española del siglo xx. Publicó, a finales de los años veinte, cuatro poemas en revistas de vanguardia: tres en Carmen, dirigida por Gerardo Diego, a la sazón profesor suyo en el Instituto Jovellanos de Gijón, y uno en Meseta, promovida en Valladolid por Francisco Pino. Luego Ezra Pound incluyó su poema “Hombre erguido”, junto con otros de Luis Cernuda y Juan Larrea, en un dossier de poesía española, publicado en 1933 en el suplemento literario del periódico Il Mare, que dirigía en Rapallo. Estas cinco piezas participan de la estética creacionista en la que Basilio y su compañero de estudios Luis Álvarez Piñer se formaron, bajo el magisterio de Gerardo Diego y, por su mediación, de Juan Larrea –“larreístas”, se calificaron en alguna ocasión–, aunque “Hombre erguido” –escrito más tarde y perteneciente a Solitude, optional april, el único intento coherente de Basilio de reunir sus poemas en un libro–, sugiera ya una depuración de los mecanismos expresivos y preocupaciones que desbordaban el perecedero cauce de las imágenes múltiples. Tras publicar estos cinco textos, Basilio enmudeció literariamente. Y lo hizo del todo: ni siquiera se permitió merodear por los arrabales del circo literario: cenáculos, ateneos, colecciones provinciales. Sólo se carteó con Gerardo Diego, su maestro de siempre, y con Gonzalo Torrente Ballester, del que se había hecho amigo en la Universidad de Oviedo, en cuya facultad de Derecho demostraron idéntico desinterés por el Derecho. Basilio se dedicó toda su vida a regentar un almacén familiar de vino y coloniales en Gijón, “un negocio más bien humilde y de ámbito local, hasta tétrico”, en el que Basilio se desempeñaba con una “bata azul de dril, vigilando las compras”, como ha recordado José Solís. Lo que no significa que no escribiera: durante casi sesenta años, aunque con grandes periodos de inactividad, Basilio siguió componiendo poemas, que guardaba meticulosamente en un cajón; 130, para ser exactos. Estos poemas fueron descubiertos, a su fallecimiento, por su sobrino Emiliano Fernández, que los dio a conocer en 1991, y que es el responsable de las dos antologías de su obra publicadas hasta ahora: Antología poética, en 2007, y esta Antología (1927-1987). Basilio obtuvo el Premio Nacional de Poesía en 1992, el primero que se concedía a título póstumo, gracias al empeño de un esforzado grupo de lectores, entre los que se contaba Antonio Gamoneda. Se publicaron entonces apresuradas noticias y reseñas detestables, pero, poco a poco, el calor de su hallazgo se atenuó en un tibio rumor y acabó convirtiéndose en un ignaro silencio. Basilio Fernández constituye, junto con Álvarez Piñer, como ha señalado Juan Manuel Díaz de Guereñu, la segunda generación del creacionismo español, la generación fracasada que habría podido impulsar, de forma natural, aquellas sonorosas veleidades ultraístas. Este mismo fracaso llena de sombras existenciales el deambular juguetón del lenguaje basiliano, que, sin abandonar la fe vanguardista, ya no sólo cascabelea, sino que golpea con furia. Ésta es la clave de su poesía: la conjunción del funambulismo ultraísta, siempre en busca de lo rítmico, de lo inesperado –“crear un poema como la naturaleza hace un árbol”, escribió Huidobro–, y la conciencia irrestañable de la pérdida, o de lo nunca poseído: la certeza de que todo se desvanece. Tengo para mí que el origen de este malestar se sitúa en la traición de Basilio a su destino de poeta, a cambio de la holgura económica y el bienestar social, como sospecha Torrente Ballester. El novelista se había encontrado por casualidad con Basilio a su regreso de Italia: como consigna en el epílogo de Poemas (1927-1987), “había terminado su licenciatura, estudiaba en Italia, vestía muy bien y parecía otro. A mi pregunta sobre su poesía, me respondió despectivamente. Y no volvimos a vernos hasta mucho tiempo después”. En Filomeno, a mi pesar, publicada en 1988, Torrente describe un encuentro similar entre el protagonista y Benito, su antiguo compañero de estudios y primeras armas literarias –trasunto probable de Basilio–, a quien halla “muy bien trajeado y algo más grueso. Ya no fumaba. Tenía novia formal, estudiaba Derecho con ahínco con vistas a unas oposiciones, y parecía olvidado de la poesía”; y añade: “Benito había hallado la felicidad correcta y permitida a costa de su libertad, y quién sabe si a la renuncia de su destino; una felicidad y una libertad relativas […] que yo no llegué a envidiarle”. La poesía de Basilio aparece, en efecto, saturada de motivos que reflejan el sufrimiento por lo que podía haber sido y no ha sido: el amor frustrado, la libertad perdida, el vuelo libérrimo del ser por los cielos de la fantasía y la plenitud. Frente a ello, denuncia una vida plagada de grisura y sinsentido, el fluir anodino de las cosas, la creciente palidez de los recuerdos, la oxidación de todo. Y utiliza abundantes recursos de la retórica clásica, inspirados en la lectura atenta de los autores de los siglos de oro españoles –con Garcilaso y Jorge Manrique a la cabeza–, junto con asociaciones irracionales, propias de la poesía contemporánea –en especial, de los surrealistas. “Sólo se ama/ lo que se pudre a nuestro lado”, escribe Basilio en “Los remedos empalidecidos”. Y luego: “Todo parece equivocado/ en una sucesión de ecos y lágrimas/ cuando evocamos el rostro furtivo de viejos personajes/ ya sin perfil en la lejanía de los siglos/ disfrazados de lluvia/ o de ausencia traspapelada entre incertidumbres”.

La edición de la antología no aporta novedades reseñables sobre la vida y obra de Basilio, salvo la agrupación en un solo conjunto de los poemas escritos a partir de 1982 que, en recopilaciones anteriores, habían aparecido separados: Las ocasiones convocadas y Raudos contornos donde el silencio persevera. Emiliano Fernández adjunta unas útiles “Notas a los poemas”, aunque no corrige algunas de las muchas erratas que afean las sucesivas ediciones de la poesía de su tío, e insiste en desdeñar sus composiciones más tempranas, propiamente creacionistas –tanto las publicadas como las que permanecen inéditas en el archivo personal de Gerardo Diego–, de las que sólo incluye tres en Antología (1927-1987). Lo cual no es óbice para que este nuevo compendio de su poesía revele al extraordinario poeta que es Basilio Fernández, aunque siga escondido. 

Fuente: Letras Libres

Presentación de "Herbarium", de Celia Fontán

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La mariposa y la iguana presenta Herbarium de Celia Fontán en el Centro Cultural de la Cooperación 
Av. Corrientes 1543, CABA,  viernes 08 de junio a las 19:00 hs.



Amorphophallus titanum



Odoardo Beccari había oído hablar de esa flor, acaso la más grande y extraña de Sumatra, la isla de las flores prodigiosas, y había sonreído con escepticismo, no por su tamaño desmesurado ni por su belleza, sino por el terrible olor que, según los nativos, emanaba del alto espádice y de los pliegues violáceos de la corola, que volvía penosa su contemplación. Sin embargo, aquella mañana, cuando a poco de andar lo sorprendió el olor inconfundible de la carne muerta, no dudó en seguir su rastro, avanzando en medio de la selva. La bocanada honda y sombría  revivió su alma de huérfano y se quedó allí, en puntas de pie, como si estuviera ante el signo del mundo y hubiese regresado al cuarto de Florencia, donde en tardes de lluvia y al paso de los cortejos fúnebres hacia la Puerta Santa, soñó con la espesura viva de las tierras del sur.



Malvaria



En los últimos meses se ha detectado en los viveros la proliferación de la malvaria. A la luz del día, el aspecto de esta malva silvestre es inofensivo, si bien la ausencia de clorofila le confiere una palidez lechosa, similar a la de los peces abisales. Durante las horas de la noche, la malvaria se adhiere a los tallos de las plantas vecinas, transformándolas en involuntarias hospedantes y las penetra por medio de filamentos que retrae con las primeras luces del amanecer. La malvaria recupera, entonces, la apariencia de una pequeña mata de gramínea. Pero la planta succionada sobrevivirá apenas unas horas, antes de apagarse sin remedio. A diferencia del resto de las parásitas, su apetito es voraz.



De: "Herbarium", La mariposa y la iguana, 2018

Alicia Silva Rey, un poema inédito

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No hay grullas en Dublín.



No hay grullas en Dublín.
Entre mayo y noviembre 
abre el embarcadero Gingelgracht. 
Se recorre la ciudad (Amsterdam) 
en hidropatines 
que provee el mismo embarcadero (no es caro). 
Los padres y sus niños salvajes 
atraviesan ciegamente, aun bajo la lluvia, 
esa mollera fermentada, 
una ciudad( Amsterdam - Dublín), 
bajo cobertores impermeables 
que el embarcadero entrega junto con 
chocolates y mapas metalizados. 
Después, 
dormiré en habitaciones con grullas 
adosadas a paredes de estuco 
(no serían grullas o sí, acaso).



De: “El poder de unos límites”. Publicará en Buenos Aires, Mora Barnacle.
Otros poemas de Alicia Silva Rey, aquí

Diego Colomba

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Poetas argentinos


Puedo dividir (mentalmente) la realidad en varios planos 
si lo deseo sentado en la antesala de una morgue 
hospitalaria donde las enfermeras bromean entre sí 
mientras aguardan la ambulancia que pedimos hace un rato. 
Vos también bromeás narrándome tu última aventura 
porque sos un viejo amigo y te sentís autorizado 
aunque la escena en la que actuamos lleve por nombre
“la muerte golpea nuestra puerta”.
En eso te parecés a estas mismas mujeres que conviven
a diario con los muertos: pero te estaba diciendo que puedo
que estoy en condiciones de festejarte la anécdota 
de buena gana riéndome y palmeándote en el hombro 
(como lo hago) porque no hay nadie de la familia 
merodeando y no me importa lo que piensen unas mujeres desconocidas y sin embargo podría estar llorando 
y soplándome los mocos a conciencia
o discutiendo con los de la administración 
por la dudosa factura que hace poco recogí y pagué 
con plata ajena: cualquier de las opciones sería digna 
de esta luz que no quiere dejar nada en la penumbra.



La tibieza de las chapas 
la fragancia del estiércol 
las partículas de polvo 
que se agitan en el aire 
el ritornelo del agua
y de los tordos
son materia 
poética
del mundo.

Íntima. Extraña.
Desmedida.

Me pregunto:

¿Quién respira?

¿Quién será el inocente
que vendrá a rescatarnos?



Si al momento de lavarme las manos como ordenó 
la enfermera que se queda custodiando la puerta
pienso en la mutación que cada uno de los visitantes 
ha sufrido después de permanecer algún tiempo
en esta gran habitación repleta de camas y biombos 
que voy a recorrer en breve espero que la suerte no me sea esquiva: he visto llorar con mayor o menor grado 
de desconsuelo a una quincena de hombres y mujeres
y no soportaría ver ahora cómo respiran con dificultad 
niños o jóvenes desconocidos. No sería piadoso de mi parte mostrarle el rostro desencajado a quien merece palabras 
de aliento y de ternura. Y en efecto la suerte 
está de mi lado porque en cada una de las camas 
que repaso en mi camino hallo personas viejas 
que han vivido lo suficiente para no sentirse 
defraudadas un tiempo razonable a los ojos 
de un desconocido que no les tiene cariño alguno 
y afortunadamente encarna un papel secundario 
en esta historia de sábanas blancas tubos y mangueras
donde suenan variopintos chillidos de alarma 
y el oxígeno se distribuye
con relativa justicia.



Un artista de provincia busca su propio estilo



Atisba el revoltijo de luces y de sombras que hacen 
esos chicos penitentes que caminan alrededor 
del mástil el director de escuela el único pintor paisajista 
del pueblo que piensa en su última tela  y siente el súbito deseo de terminar con todo: tocar la campana para no tener que buscar a la portera que se encierra en la cocina cuando empieza a apretar el frío revisar las nucas de los varones 
y las trenzas de las mujeres propinar el coscorrón 
que le debe al travieso que se fue ayer antes de hora 
trepándose al tapial del fondo para encaminar de una buena vez sus pasos hacia una casa con olor a encierro y la estufa apagada donde esperan el caballete de campaña y una valija roída con pomos retorcidos y pinceles. Si se apura cuenta todavía con un poco de luz natural para dar las pinceladas finales en el campo mismo donde brota la impresión 
el pajonal del bajo donde cerdos perros galgos y potrillos 
se alimentan de los restos de basura que el pobrerío 
de los ranchos tira a diario mientras mira ondear las aguas poco profundas si la brisa sopla. Sabe que lo que busca 
oscuramente es la expresión en el paisaje una manera 
personal de darle lumbre pero el paisaje cambia 
como su misma alma que no encuentra asidero y lo obliga 
a seguir manchándose los dedos. Esas cavilaciones ocupan su mente cuando camina cargado y se detiene un segundo para contemplar la escena que ya ha plasmado en otro 
cuadro: los árboles sin hojas la paja brava una bandada 
de tordos en el celaje el camino solo.



De: "Papá trajo a casa un cuatro ele", Barnacle, 2018




Diego Colomba (San Nicolás, Santa Fe, 1972) 
Es poeta y crítico literario. Ha colaborado con reseñas, notas y entrevistas en numerosos medios. Seleccionó y prologó Imaginarios Comunes. Obra periodística de Fernando Toloza (2009). Publicó su tesis de doctorado Letras de Rock Argentino (2011) y el libro de crítica Mesa de novedades. Poesía y narrativa del presente (2013, premio obra inédita del Concurso Provincial de Ensayo Juan Álvarez 2012). En poesía publicó Baja tensión (2012, mención en el Premio Municipal de Poesía Felipe Aldana 2011), Desaire (2014), Inmemorial (2015), Chispero (2016), El largo aliento (2016) y el ebook La hospitalidad del mundo (2017).


Diego Brando, un poema inédito

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Hay un silencio de catedrales
y un búho atraviesa la noche.
Grazna y me recuerda
que no hay descanso en los ojos abiertos,
que el corazón lleva años latiendo.
Y que no se detendrá hasta el diluvio,
hasta que entregue con mis manos
la memoria que abandoné en el campo.
Soy el hombre peculiar que fuma
y ve en el humo el deseo de una mujer
calcinada como una flor en el verano,
mientras su propia cabeza se asemeja
a una piedra suelta sobre el asfalto.
Erro por los suburbios y veo el fogonazo
de mis huesos sobre la niebla.



Poetas argentinos actualesDe: "Todo lo que se hunde" (inédito)

John Burnside

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Indeleble



Me gustaría mucho que De Hann viese un estudio mío de una vela encendida y dos novelas (una amarilla, otra rosa), colocadas sobre una silla vacía (precisamente la silla de Gauguin), lienzo de 30, en rojo y verde. Hoy mismo estuve trabajando en su equivalente, mi propia silla vacía, una silla blanca y barata con una pipa y un paquete de tabaco. En ambos estudios, al igual que en otros, he buscado un efecto de luz mediante un color claro. De Haan probablemente comprenderá exactamente lo que busco, si le lees lo que he escrito al respecto.

                                            Vincent van Gogh. “Cartas a Theo”, 17 de enero de 1889.



      Muerta hace cuarenta años, mi madre está cortando un corazón
      en la mesa de la cocina.
      Llueve en la puerta, aunque pronto va a ser aguanieve
      y después, de acá al bosque,
      va a nevar.

      Los ventanales de esa casa se empañarían
      en minutos,
      y podríamos haber estado solos todo el fin de semana;
      el resto de la ciudad, hasta donde sabemos, abandonada,
      sin nada del otro lado del jardín, ni iglesia, ni gente.

      Ahora está acá, en mi cocina, cortando un corazón:
      un platito con sal cerca del codo, un puñado de harina
      esparcida en la mesada, la radio encendida,
      ella trabaja igual que siempre, ensimismada,
      con el cuchillo de cocina que capta la luz de este mediodía invernal.

      Nunca creí en fantasmas y no tengo un especial interés
      de ver otra vez a mis muertos
      ¿pero cómo no aceptar lo que se niega a desvanecerse,
      como el borrón de la pintura en que una mano o un bol de porcelana
      oculta el pentimento de un pájaro cantor

      atado, o esa mancha color amapola
      que emerge una vez más
      cuando blanqueamos la pared del lavadero?
      ¿Cómo podría el niño que hay en mí
      poner en duda lo que me contaron

      del amigo de un amigo de un amigo
      que presenció esa luz que nadie podría explicar,
      un resplandor sobre el estanque donde, hace décadas,
      el hijo del panadero se cayó a través del hielo
      en el azul parafina de Año Nuevo, cuando nadie miraba?

      Recuerdo ese paseo de domingo
      cuando paramos en la niebla súbita, los árboles,
      una pausa en la blancura extensa como el cielo,
      y ella en aquel vestido verde que tanto le gustaba,
      tan vivaz que casi estoy ahí de nuevo

      aunque no es el vestido ni ella, simplemente
      es el color que me lleva hacia atrás,
      el verde que te quiero verde en este mundo que no
      cesa, mientras vamos pasando
      incesantes, pero siempre

      cambiando, verde que te
      quiero… Y sólo por un momento quiero
      detener su mano y decirle
      que ya no comemos corazón, o no
      en esta casa; no comemos

      hígado, tripas o patas de cerdo hervidas
      a fuego lento, durante horas, para extraer
      sus jugos, pero cuando giro hacia ella
      mi madre ya no está y la silla
      está vacía, como el espacio muerto en el bosque

      cuando talan un árbol, o para ser más preciso,
      la silla en el famoso “lugar vacío” de van Gogh
      que pintó al irse Gauguin, la luz de la lámpara de gas
      azul en la madera pulida y el cabo de la vela, clarísima
      y casi insoportable de tan viva.



Indelible



I should like De Haan to see a study of mine of a lighted candle
and two novels (one yellow, the other pink) lying on an empty chair
(really Gauguin’s chair), a size 30 canvas, in red and green.
I have just been working again today on its pendant, my own empty chair,
a white deal chair with a pipe and a tobacco pouch. In these two studies,
as in others, I have tried for an effect of light by means of clear colour,
probably De Haan would understand exactly what I was trying to get
if you read to him what I have written on the subject.                                   

                                                     Vincent van Gogh. Letter to Theo, 17th January 1889



Forty years dead, my mother is dicing a heart
at the kitchen table.
Rain at the door, but soon it will turn to sleet
and, later, from here to the woods
there will be snow.

In that house, the windows would cloud
in minutes,
and all weekend we could have been alone,
the rest of the town abandoned, as far as we knew,
nothing beyond the garden, no church, no people.

Now she is here, in my kitchen, dicing a heart:
a saucer of salt at her elbow, a handful of flour
sprinkled across the table, the radio on,
she works as she always did, absorbed in her task,
the chef’s-knife catching the light of this winter’s noon.

I have never believed in ghosts, and I’ve no great wish
to see my dead again,
but how could I not respect what refuses to fade,
like the blur in the paint where a hand or a porcelain bowl
conceals the pentimento of a tethered

songbird, or that poppy-coloured stain
emerging, once more,
when we whitewash the scullery wall?
How could the boy in my shoes quite disbelieve
what they told me about

the friend of a friend of a friend
who witnessed a light that nobody could explain,
a lucency over the pond where, decades ago,
the baker’s son fell through the ice, in the paraffin blue
of Hogmanay, when nobody was watching?

I remember us stopping one day, in a sudden fog,
out for a Sunday walk, the trees
a held breath in the sky-wide white of it
and she in that green print dress she loved to wear
so vivid I am almost there again,

but it isn’t the dress, or her, it’s purely
the colour that pulls me back,
the verde que te quiero verde in this world that never
ceases, while we go on passing through
as ceaselessly, though always

changing, verde que te
quiero – and, just for a moment, I want to stay
her hand and say
we never eat heart any more, or not
in this house; we never eat

liver or tripe, or pigs’ trotters simmered for hours
on low heat to draw
the juices – but when I turn to where she was,
my mother is gone and the chair
is empty, like the dead space in a wood

after a tree is felled, or to be more precise,
like the chair in the famous van Gogh, the ‘empty place’
he painted when Gauguin left, the light from the gas lamp
blue on the polished wood and the stem of a candle,
perfectly clear and almost too vivid to bear.
                                                            

Et canem meum



Recién cuando me levanto a despedirme
sabés que este perro es mío:

porque se cuida solo, en un rincón,
a menos que lo necesiten,

silencioso, invisible,
como medio dormido,

sombra ligeramente elaborada
entre las sombras

hasta que se levanta rápido
de un solo movimiento,

como un oso que emerge de los árboles
y extrañamente es más que cualquier cosa que hayas visto,

él va conmigo –y yo con él–
y lo que a mí me falta lo lleva en esa gran

cabeza negra, una reserva
llena de sueños

de los que no soy parte, aunque les sigo
el hilo, como el humo de un arma en un claro

o una hueste lejana de voces en lo oscuro, corriendo
hacia nosotros, arriesgando al viento su alegría

como si la tierra misma
estuviera hecha de deseo.



Et Canem meum



It's only when rise to take my leave,
you know this dog is mine:

for he keeps to himself, in the corner,
unless he is needed,

invisible, silent,
seemingly half-asleep,
a slightly elaborate shadow

amongst the shadows,
till, rising to his feet
in one swift move,

The way a bear, emerging from the trees,
is strangely more than anything you know,

He goes along with me - and I with him -
and what I lack, he carries in that great

dark head, a brimming
reservoir of dreams

I am not party to, although I catch
the drift of it, like gunsmoke in a clearing,

or some far host of voices in the dark,
running towards us, changing their joy to the wind,

as if the earth itself
was done with longing



Otros poemas de John Burnside, 
Fuente: Hablar de poesía / Jámpster
Traducción: Daniel Lipara

Imagen: Herald Scotland

Marcelo Rizzi: "El libro de los helechos", Barnacle, 2018

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Marcelo Rizzi

la adversidad convierte a uno 
en testimonio férreo de lo táctil:
se va hasta los robles más purificados 
como si fuese la primera vez,
y se regresa con los dedos manchados 
de azul para conjeturar la próxima; 
otros son los procedimientos
y las consecuencias si uno se demora 
un poco más, al verse en tales 
circunstancias tratándose de un álamo; 
con el mismo cuchillo de los dones 
habrá de sanarse lo sano,
o cavar con huesos o maderos 
una nueva trinchera;
con palabras sucias de tierra 
ladear los panales de la luna, 
los primeros de cien soles 
esparcidos por la arena



la mejor vista del valle 
puede obtenerse a cierta hora de la tarde, 
cuando los seres que la colman
se anteponen los unos a los otros, 
el aire se llena de ambiciones,
y el círculo se transforma 
gradualmente en elipse; 
cada perímetro coincide 
con su afuera como sucede 
con las superficies invisibles
o con las piedras de una antigua 
ciudadela; todos las lenguas 
pasan a ser desde entonces 
rápidamente memoria:
instrumentos misteriosos 
cuyos fines se olvidaron: 
máscara que hay tras la máscara, 
ropas que al final nunca se queman, 
gotas de ajenjo morado que beben 
de a sorbo los hombres crispados




solía detenerme a recoger

del suelo las cosas que brillaban 

—un pendiente olvidado, una moneda, 

la hebilla de un cinturón—;

ponía edad a la memoria 
y el pasado se volvía remoto 
hasta el día de ayer;
hoy sólo observo al pasar
viejas casas rodeadas de nieve 
y de cierzos; busco en lo oscuro 
los motivos del claro, 
en lo claro las razones del humo,
y en sus frutos lo amargo; 
la suspensión —de momento— 
de toda variante del alma, 
como en el aire lo hacen
las últimas grullas de invierno




De: "El libro de los helechos, Barnacle, 2018
Otros poemas de Marcelo Rizzi, aquí

Presentación "El libro de los helechos", de Marcelo Rizzi

Milo de Angelis

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La lentitud




"Quería que todos se detuviesen"
dice
con la bufanda apretada
mientras cruzamos los charcos
“no quería volverme distinta"
y son confusas las palabras, entre los pasos, hoy,
en los bordes de la acera
“Jiskova está lejos
y nunca se nada de los demás” y mientras tanto
empieza este campo, en el fondo de la avenida
el olor de los patios
después de los últimos tranvías “...cuál alegría... de qué
hablas... te alcanza este...
...este amor lleno de deberes... donde
como máximo se es perdonado... los que pueden...
...te conformas con esto...”
pero hay demasiado viento, y palabras llenas de consonantes
para decir que se acaba
y silabeamos “nerozumìm, nerozumim”
en la mañana como en el rubio pálido
una cosa inaferrable
que resbala sobre el asfalto, una vez sola
"...pero ahora la prueba es para nosotros...
nosotros que no podemos ver...” los camiones
pasan lentamente, cargados,
en el fondo de la curva
y los muros de estas casas, el olor a cocina
"dónde estás" me pregunta, en un idioma
indemostrable, y no habla.



La lentezza



“Volevo che tutti si fermassero"
dice con la sciarpa stretta
mentre attraversiamo le pozzanghere
"non volevo diventare diversa”
e sono confuse le parole, tra i passi, oggi,
ai bordi del marciapiede
“Jiskova è lontana e non so mai degli altri” e intanto
inizia questa campagna, in fondo al viale
l'odore dei cortili dopo gli ultimi tram "...quale gioia... di cosa
parli... ti basta questo...
...questo amore pieno di doveri... dove
al massimo si è perdonati... quelli che possono...
...ti accontenti di questo..."
ma c'è troppo vento, e parole piene di consonanti
per dire che finisce
e sillabiamo “nerozumim, nerozumim”
nel mattino come nel biondo pallido
una cosa imprendibile
che scivola sull'asfalto, una volta sola
"...ma ora la prova è per noi...
noi che non possiamo vedere...” i camion
passano lentamente, carichi,
in fondo alla curva
ei muri di queste case, l'odore di cucina
“dove sei” mi chiede, in una lingua
indimostrabile, e non parla.



Otros poemas de Milo de Angelis, aquí
Traducción: Javier Barreiro Cavestany
Fuente: Fondo Hugo Gola

Imagen: Alchetron

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